Nacieron cuando en este pais sólo había una voz que mandaba y los demás obedecían o se marchaban. La vida no tardó mucho tiempo en pasárselos por la piedra, de manera literal. En aquellos tiempos que todo se veía en blanco y negro, en aquellos años en los que "El Lute" todavía era sólo un proyecto, en aquellos años en los que sólo había buenos y malos, ellos se columpiaron en el borde del precipico, algunas veces estuvieron a punto de traspasar la línea roja que te conducía a la lista de vagos y malenates. Los tres dejaron sus muescas en los pupitres de madera sucia de la escuela y los tres, alguno más que otro, miraban de cerca aquella enciclopedia con las tapas ajadas, más por el paso del tiempo que por el del uso. En los tres nacieron brotes rebeldes, pero no les quedó otro remedio que pasar por el yugo y cantar el "Cara al Sol", hasta en los días nublados. Buscaron abrir horizontes en las mesas de ping pong y en los tableros de las damas y viajaron por los pueblos de alrededor. Siempre viajes diplomáticos en los que en algunos casos consiguieron hacer relaciones y en otros, otros muchos, hacer enemigos y ganar a pedradas algunas batallas y perder otras. En ceustión de amores se tomaron al pie de la letra eso de que "el que a buen árbol se arrima... y es lo que intentaron siempre arrimarse todo lo que podían, eso sí a los árboles buenos. A las que mantenían las distancias, no les dedicaban el menor esfuerzo. Se movían por el universo hasta el que llegaban sus bicicletas y desde ahí contemplaban el mundo con los ojos muy abiertos, y a veces con la cabeza muy cerrada. Luego la necesidad los empujó más allas y vieron que antes de llegar al mar está la playa y antes los montes que moldean nuevas ciudades. Allí encontraron respuestas a muchas de sus preguntas, pero no a todas. Cumplieron el trámite y cuando llegó el otoño pensaron que lo mejor era volver a sus cuarteles de invierno. Es la ventaja de tener raíces, que siempre puedes recurrir a ellas porque ahí es donde realmente te encuentars a ti mismo. Se encontraron los tres, y otros más, y todos se dieron cuenta que la vida es más fácil si te agarras a lo que compartes que si intentas imponer lo que te diferencia. Y con eso con su parte de mundo compartido disfrutan de un descanso que comenzaron aganarse entre aquellas piedras por las que los paso el regimen. Ahora el regimen lo ponen ellos y las piedras ya están lejos del camino. Son ellos, los chicos de oro. Seguro que todo el mundo lo sabe.