Hola, aquí me tenéis eperando un día más las maquinaciones de los políticos navarros, generosos y abundantes en el esfuerzo, para darme la "alegría" de inundarme de titulares de crisis y paro para el informativo de mañana. Y para evadirme de la espera angustiosa he decidido entrar de nuevo en el rincón de la nostalgia y calentarme un poco en la lumbre de los recuerdos. Unas llamas que me recuedan las hogueras del invierno de la década de los 70, aquellos maravillosos años de infancia en Blacos en los que todo era nuevo y todo estaba por descubrir. ¿Quien de entonces no se acuerda de esa estufa en la escuela que unas veces daba calor y otras producía un humo intenso que nos obligaba a salir a la calle y disfrutar de una mañana de fiesta? Había auténticos maestros entre nosotros en hacer que el aire fuera irrespirable dentro de la escuela. Sobre todo lo agradecíamos de forma especial los lunes que no teníamos ninguna gana de clase. El ritual empezaba ya encima de la arreñal del David. Allí nos juntábamos todos esperando que llegara el autobús del Burgo en el que llegaba la Señorita Beatriz. Cuando se acercaba a la parada de Blacos, todos gritábamos al unísono, ¡Que no pare, que no pare, que no pare! Casi siempre paraba y se bajaba la señorita y entonces ya entraba en juego el humo en la escuela como segunda opción. La tercera, aunque ésta era individual, era decirle a la señorita que si había que ir a llenar al botijo a la fuente. Si te daba permiso el viaje de ida y vuelta podía durar varias horas, con lo que la mañana se pasaba mucho antes. Pero esto era un privilegio de los mayores, que como en la mili los veteranos, tenían sus prevendas y nadie osaba discutírselas. Yo tuve la mala suerta de que nunca llegué a ser de los mayores, antes me llevaron al destierro. La verdad es que estas técnicas depuraron en muchos casos la astucia y malicia de auténticos fuguistas de la escuela. No sé si era tan divertido como lo recuerdo ahora, pero de lo que sí estoy seguro es de que esos años entre los pupitres nos enseñaron muchas más cosas que el catecismo, los mapas o las tablas de multiplicar. Por eso las fotos que más me gustan de esta página son esas de la fiesta escolar en las que están Txus, Begoña, Eduardo, Abel o Isaac. Fue un tiempo en el que se fraguaron auténticas amistades, muchas de ellas inmunes al paso del tiempo, al cambio de edad y a la maduración de la vida que por desgracia a veces oxida un poco la relación y la perturba o la estropea sin que nadie sea capaz de evitarlo. Era una vida auténtica, abierta, sin dobleces, en la que nadie se escondía ni se separaba. En general teníamos tan poco que apenas nos quedaba algo más que la amistad y la compañía y esa lumbre que ahora nos calienta los recuerdos en este rincón de la nostalgia.