Por desgracia el Señor, ni me ha dado la gracia para contar chistes que tiene mi primo el Barraka, ni me ha llevado por los caminos de la música para competir con cantautores excelsos ni con letristas de alto estanding. Pero en mi modestia he de reconocer que fueron famosas allá por los ochenta, o antes, mis canciones con el Angelito en la plaza. Nunca fuimos más allá de una estrofa, pero bordábamos el "Viva España", de Manolo Escobar y "Mi Talismán", de los Diablos. Si alguien era capaz de escucharnos se daba cuenta enseguida que lo hacíamos tan bien que si cerraban los ojos era imposible distinguir cuando cantábamos nosotros o cuando lo hacía aquel casette de bandolera que gastaba más pilas que todos los ratones de Duracell juntos. Ahora, tengo que reconocer que la de "Viva España", la clavábamos porque había detrás un duro entrenamiento diario cuando en la escuela vieja, en la planta de arriba estaba el hogar. Abrías la puerta y nada más alzar la cabeza te quedabas helado. Las miradas de Franco y José Antonio te taladraban como un puñal. Y con el "acongoje", casi te salía sin querer. Levantabas la mano y aunque intentaras cerrar la boca gritabas un "Viva España" que lo firmaría cualquier legionario. Era el santo y seña para entrar en aquel "templo de libertad" que había nacido para educar a los jóvenes en la libertad, en la tolerancia y en el respeto a la diversidad. Angelito lo frecuentaba más que yo y los de mi generación recordamos como si fuera hoy aquel "Iva Fafaña"que muchos repetíamos con cierta guasa y mucho cabreo de los encargados del hogar. Allí se podía jugar al ping pong (bueno más que jugar los mayores rompían las pelotas para cabrear al "guarda"). Luego había mesas para jugar a las damas, al parchís y a todos esos juegos creativos que el regimen ponía a nuestra disposición para despertar en nuestras mentes el espíritu crítico tan habitual en aquella época. El Hogar era como un privilegio y un premio a la docilidad de los pueblos. El Viva España, o mejor Iva Fafaña, marcó toda una época en la que combinábamos el adoctrinamiento con las escapadas al raso que era como otro mundo paralelo en el que podías gritar lo que quisieras sin que fuera obligatorio levantar la mano. En el Raso no había ni retratitos a los que saludar ni cartera con la que ir a estudiar. El Raso significaba la libertad, aunque entonces nadie lo sabía porque de eso no se hablaba en ninguna parte, y menos en el Hogar."Iva Fafaña", Angelito pero la de Manolo no la de Franquito.