Mira que he dedicado tiempo a buscar una figura en la que meter a mi primo el Barraka. Intenté hacer de él un detective de provecho y me gasté una pasta en los libros y en la matrícula de las mejores universidades. Total pa ná, demostró ser un incapaz y un inepto, ni siquiera le dio la mollera para descubrir las incógnitas de esta página. Después intenté buscarle otra ocupación y lo mandé a chiflar a la vía. Ahí he de reconocer que ha estado un poco mejor porque por lo menos no ha provocado ningún descarrilamiento, al menos que se sepa. Después lo acogimos en casa, le dimos calor y comida para tratar de que superara esa anorexia que lo persigue. Nos dejó la despensa vacía y apenas ganó cien gramos después de ducharlo y escurrirlo. Desesperados lo llevamos a todas las comidas y cenas que tuvimos y su cuerpo seguía siendo una radiografía de los hueso. Muertos de desesperación lo mandamos de nuevo a Barakaldo y le rogamos a mi prima que aguantara, que no era mal chaval, un fideo pero aceptable. Convencimos a sus hijas que a veces padre no hay más que uno y que casi nunca se puede elegir, hay que quedarse con el que toca. Nos costó convencerlas, incluso les presentamos a las hijas de Jesús Gil y al de la Thysen para que intercambiaran depresiones. Y ahí esta más flaco que un suspiro, más delgado cada día, con cara de hambriento, una miaja enfermizo y con esa mirada de tristeza y desamparo que te dan ganas de colocarlo en cualquier sitio. Lo pusimos en un cuadro y no pegaba con el marco, lo envolvimos en papel Albal y nos costó un mes despegarlo, intentamos cambiárselo a la Chus por un kilo de setas y tampoco hubo forma. Ya no sabíamos que hacer con él y por fin le hemos encontrado su sitio. Nos ha tenido que llegar la idea de lejos y en un lenguaje casi indescifrable. Por fin ya sabemos donde ponerlo DE CATETO EN EL BELÉN DE LA PROVENZA. Que tranquilidad nos has dado Pepi, que peso nos hemos quitado de encima, sobre todo mi prima que ya podrá limpiar esa mancha negra que dejó en el sofá (le obligaba a dormir ahí todas las noches porque la última vez que se metió en la cama mi prima tardó una semana en encontrarlo entre los pliegues de las sábanas. Hasta tuvo que llamar al CSI para que tratara de encontrarlo con esas lupas que tienen ellos que donde tú no ves nada, ellos adivinan un pelo en el que te dicne hasta la marca de tiritas que utilizas para los juanetes. Que alegría, por fin mi primo ya ha encontrado su lugar en la vida.