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BLACOS: En esta vida casi todo el mundo sabe ganar, todos nos...

En esta vida casi todo el mundo sabe ganar, todos nos creemos los mejores aliados de la victoria. Estamos seguros de saber controlar ese punto de vanidad, ese pinchazo de soberbia que nos sacude cuando llegamos a la cima del triunfo. Todos nos creemos capaces de soportarlo sin levantar los pies del suelo, sin tentaciones de humillación o sin deseos de presumir de lo logrado y desafiar al derrotado. La humildad casi nunca se casa con la victorias y acaba siendo hermana de la derrota. Y es que la derrota en sí parece fácil. Es como un latigazo de desesperación, que duele hasta quemar en los primeros segundos. Pero lo peligroso de la derrota es que ese latigazo deja una marca imborrable y el dolor sigue ardiendo durante mucho tiempo. Por eso saber perder es más difícil que saber ganar. La derrota exige siempre una dósis alta de humildad y muchos kilos de elegancia además de una fuerte confianza en sí mismo. Anoche el Atlético supo ganar y supo mirar a los ojos del vencedor con la claridad de la comprensión. Pero sobre todo el Athletic supo perder. Se ganó el respeto del campeón, la admiración de sus aficionados y el corazón de todos los que tienen sensibilidad. Las lágrimas de Muniain, Llorente o Toquero no eran otra cosa que la humildad y el dolor de la impotencia. Era como una manera de sacar fuera la frustración. Y ahí en ese momento empezaron lo más difícil, a vencer a la derrota. Hasta anoche se decía que la víctoira tiene mil madres y la derrota ninguna. Desde anoche algunas derrotas tienen más madres que muchas victorias.