La flor de otoño es específica y especial de esta época del año. A la vez que frágil y elegante se caracteriza por su dureza para aguntar las frías temperaturas de la noche y las cálidas del día. Y aguantar sobre todo esa diferencia de grados, esos cambios bruscos de temperatura que agrietan los tejados, astillan las puertas y cuartean la piel. Pero las flores de otoño son tan agradecidas que con un mínimo cuidado son capaces de sufrir en silencio el duro invierno y llegar florecientes a la primavera. Y digo esto porque si nos paramos a pensar descubrimos que en estos pueblos nuestros, como Blacos o Torreblacos, ya sólo quedan flores de otoño. Con los primeros fríos abandonan la puerta de casa y se abrigan al lado de la lumbre, cierran cualquier resquicio al hostigamiento invernal y se mueven casi siempre por caminos soleados y al amparo de cualquier otro hielo que no sea el que reposa en el fondo del vaso después de una suculenta cena o una opípara comida. Las flores de otoño tienen ya aprendido su paseo de invierno, ese que los conduce desde la estufa de casa al radiador del bar, o al sofá del amigo hospitalario, que es otra flor de otoño que ofrece su calor como si fuera pleno verano, Los otros paseos los dejan para esas medias tardes soleadas que se resisten al cierzo o para esas mañanas de fe en las que la Iglesia no se vé como un témpano, sino como un albergue de devoción. Entre unos y otros caminos hay poco encuentros que despierten a las palabras y provoquen conversaciones. Por eso las flores de otoño son lacónicas, maestras del monosilabo y del gesto no verbal. Apenas se dicen nada porque, quizas, ya se lo han dicho casi todo, o simplemente porque ya se entienden sin palabras. Y es que estas flores de otoño aguantan todo, hasta un largo invierno de silencios y sombras vacías. No les importam, porque saben que a poco que las cuiden llegaran lozanas a la primavera y aguantarás las largas tarde de verano. Ahí ya no son suficientes los gestos, hacen falta palabras, pero esa ya es otra historia que no llegará hasta que no pase el otoño y se acabe el invierno.
(Puede que al ver las últimas fotos de la página, alguien piense que lo de Flor de Otoño tiene referencias a aquella magnífica película de José Sacristán, que dibujaba con maestría la homosexualidad en la transición. No me refiero a eso aunque si alguien se da por aludido, enhorabuena, por fin habrá aceptado su salida del armario, y si no se atreve que vea la película, igual le ayuda)
(Puede que al ver las últimas fotos de la página, alguien piense que lo de Flor de Otoño tiene referencias a aquella magnífica película de José Sacristán, que dibujaba con maestría la homosexualidad en la transición. No me refiero a eso aunque si alguien se da por aludido, enhorabuena, por fin habrá aceptado su salida del armario, y si no se atreve que vea la película, igual le ayuda)