La mayoría de vosotros no sabrá nada de él, ni conocerá su nombre aunque lo busque en el diccionario, porque no aparece. Lo más cercano es el femenino, quirina, que significa persona muy flaca, pero también se puede utilizar como sinónimo de muerte. Y por desgracia es un nombre y un hombre más que se une a esa triste lista de viajeros en este mezquino invierno, que convierte nuestra tierra en un páramo y a este paso en una isla ligera de supervivientes. Si doy un dato más seguro que algunos se acercan a saber de quien hablamos. Era hermano de Eusebio, el pastor de Vitoria. Es difícl recordarlo porque fue una de las muchas víctimas del éxodo que sacudió a nuestro pueblo en los años cercanos a la postguerra, en esos tiempos en el que cada uno se iba allí donde encontraba lo que faltaba en su casa, un jornal para llevar algo para el sustento de la familia. Quirino se quedó cerca, en Rioseco, y yo en la nebulosa de mis primerso recuerdos tengo su imagen de hombre alto, enjuto y liado en una manta, camino del monte a pastorear rebaño ajeno. Desde aquí se trasladó a Soria y su única huella en Blacos fue, si no me equivoco, las visitas de verano de su hija pequeña, Rosario, con la que manteníamos cierta amistad y disfrutábamos de su presencia. No hay más, y es una pena, porque es un caso de esos en que la cercanía parece estar a miles de kilómetros, y personas con una historia y un pasado común, acaban siendo unos eternos desconocidos. Y a veces es también el reflejo de cierta angustia por haber perdido o haberse secado las raíces que te unían a un pueblo en el que descubriste el mundo, aunque fuese un mundo que muchas veces no merecía la pena ser descubiertor. Se dice que las personas que no tienen pasado acaban siendo nómadas de su propia vida, siempre de un lado para otro buscando su sitio definitivo. Si de alguna forma estas letras contribuyen a que pensemos que a pesar de esa distancia cercana, en Blacos aún queda alguien que recuerda a sus ausentes, bienvenidas sean. Es una humilde pretensión como siempre, regar un poco las raíces laceradas por el viento y agrietadas por la sequía. Ojalá vuelvan a brotar en primavera, en cualquier primavera, y que Quirino las vea desde el cerro en el que vigila su rebaño, esta vez su propio rebaño.