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BLACOS: A veces la memoria es como una nube de humo, cada vez...

A veces la memoria es como una nube de humo, cada vez que quieres coger algo, se escurre entre los dedos sin dejar huella. Aún así tengo una imagen difusa en el extremo de mi memoria en el que lo veo con su hermano subido en la talanquera de la dehesa preparando la enésima travesura del día, una más de las que acaban desquiciando a su abuelo Lagunas. Era un verano de los muchos veranos en los que se repetían como si siempre fueran el mismo. Su fama los precedía y llegó un momento en el que como decía su abuelo, todo el mundo sabía que eran “ más malos que la quina”. Después pasaron los años y volvió con el alma de picador, rodeado de esa leyenda épica de los mineros asturianos, prodigio de fuerza y resistencia, cuando allá abajo tenía que pelearse con la resistencia del carbón. Él era consciente de esa aureola y la acrecentaba con un carácter belicoso, aunque era más impulsivo que reflexivo y en la calma de la conversación era más cabal y en el fondo no dejaba de ser una buena persona, una de esas buenas personas que a veces regalan la bondad de forma excesiva excesivamente generosa, sobre todo a esos mercaderes de buenas voluntades, que los hay en todas partes y nosotros no íbamos a ser menos. Después, con el paso de los años, o con la llegada de la madurez, su vehemencia se fue encerrando en círculos más estrechos y repartía su amistad con los que se la trabajaban cada día. Distanció muchos sus visitas y cada vez se centraban más en la caza que en cualquier otra cosas. Pero las veces, pocas ya, que coincidíamos, yo comprobaba que mantenía intacta esa facilidad para la sonrisa y el calor humano, y ya no se dejaba llevar por su alma de minero. Se había apaciguado, aunque no sé si la culpa la tenían los años o la propia vida, que como pasa muchas veces, no sabe ser agradecida con los que han intentado vivirla en toda su extensión, en todas sus posibilidades. De pronto la vida se transformó en esa mina de carbón a cientos de metros bajo tierra, allí donde todo es oscuridad, hay que guiarse por el tacto, moverse de forma calculada y no perder nunca la esperanza de ver la luz. Y tu Jesús, con ese alma de picador, seguro que no pierdes esa esperanza. A veces la luz se encuentra justo al otro lado de la oscuridad, o en el mismo… todo depende de las fuerzas para encontrarla. Ojalá la encuentres en ese otro lado al que te acaba de colocar la vida.