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BLACOS: Decía que al ensayo con el que nos deleita Inmaculada,...

Decía que al ensayo con el que nos deleita Inmaculada, creo que le falta un final más o menos parecido a lo que sigue. Después del desfile con la vaquilla y a los postres de la merienda los chicos esperaban debajo de una de las ventanas del ayuntamiento. Por ella arrojaban el muñeco y eran los más jóvenes los que se encargaban de quemarlo, eso sí, después de quitarle la cabeza que era lo único que se conservaba de un año para otro. Y me imagino, esto es cosecha propia, que lo quemaban para que el fuego purificador acabara con los malos espíritus del años que se iba y empezar el nuevo año "limpios de polvo y paja". Y es que el fuego siempre ha sido co-sustancial al carnaval. En el nuestro como, al parecer, no había máscaras ni transgresiones, aguantó buena parte de los años de sombras y nadie se metía con él. Aunque creo que también le llegó la hora de plegarse al pensamiento único y desde entonces el carnaval duraba todo el años. Había muchos pericos con pajas, que se comían la merienda de los pobres y se quedaban hasta con la fiambrera. Era un carnaval que no parecía tener final y si lo tenía, nadie se atrevía a ponérselo, prque en aquellos años llevar cerillas en el bolsillo era ya un delito, con independencia de que fueran para encender el pitillo o para quemar algún perico pajas, que es cierto, a veces se presentaba disfrazado con distintos uniformes de la época. Era aquel tiempo en el que se les rendía pleitesía, se les veneraba y se les ajustaba el nudo de la corbata, se les trataba de Don y ellos a cambio se llevaban todo lo que podían. Menudo carnaval el de aquellos años, en los que nadie hablaba de sobres o de contabilidades opacas. Entonces todo era opaco, menos el miedo, que también formaba parte de ese inmesno carnaval. Y claro de aquellos barros... llegan estos lodos. Es como si volviéramos de nuevo al pajar, aunque con otros pericos.