Él también fue alcalde y parece que en los últimos días alguien ha decidido pasarles la factura. Primero fue Felipe y ahora Manuel. Todavía recuerdo sus iniciales. M. P. R, en la fachada del viejo ayuntamiento. Estaban labradas sobre la tierra con una firmeza ya perdida en el recuerdo, y muy lejos de esos temblores que lo habían colocado hace años en el peine de los vientos, en el que mecía su dolor en esas tardes mortecinas de los veranos inacabados. Pero tengo un recuerdo más reciente y más crudo, porque la enfermedad siempre es cruda y siempre ataca con crueldad, incluso a los más fuertes. Recuerdo a Manuel subido en una vieja bicicleta haciendo un esfuerzo sobrehumano para pedalear dentro de los límites del sendero del Camino del Monte. Era la pura imagen del amor propio, de la constancia por encima de cualquier atisbo de rendición, era la imagen de un hombre hecho y derecho al que le querían obligar a caminar torcido, y él se resistía con el temperamento propio de un titán, al que el peine de los vientos quería convertirlo en marioneta de sus caprichos. Es fácil decirlo ahora, entre otras cosas porque nunca antes se lo habia dicho a nadie. Es fácil decirlo, tan fácil como asegurar que es una imagen que no se me olvidará nunca, una de esas imágenes que probablemnete pasan por la cabeza cuando nos acercamos al peine de los vientos. También recuerdo que en aquel momento pensé en la escena de Don Quijote cabalgando a caballo de los trompicones de su locura para enfrentarse a los gigantes. Y en este caso no eran molinos de viento. Manuel se enfrentaba en cada pedalada a un gigante que quería obligarlo a darse la vuelta o a bajarse la bicicleta. Pero no lo hacía, seguro, porque sabía que al final del camino estaba la vida, la victoria de cada día sobre ese incosnciente que cada segundo quería apoderarse de suhistoria. Cada día que fue capaz de llegar al final del camino fue un día más alejado de la esclavitud de una silla de ruedas, un día más lejos de las sombras que luchaban por apoderarse de su luz, también un día más cerca de la realidad y lejos de las pesadilla o de los fantasmas que pueblan la cabeza cuando ya no le llegan las ideas. Todo esto no quedó impreso en ningún lugar, como sus iniciales de alcalde, pero seguro que le dejaran contarlo en el otro lado. Contarlo y vivirlo, porque hay cosas que nunca se acaban, sólo hay que tener voluntad para dar una pedalada más. Y a Manuel seguro que le sobre voluntad para hacerlo.