De Inma García.
En la puerta de la casa de la chimenea verde, descubrí el aspecto lúdico de la vida, cuando los viernes llegaba el Cosme con su Dian-6 trayendo a su familia de fin de semana. Siempre a la misma hora, con pleno sol. Al sol también, su madre, una anciana dulce quién me decía: "están a punto de llegar". Llegaba, en efecto la Rosi y nos esparcían un montón de juguetes en la puerta de la casa donde jugamos mano a mano, su hermana aún era muy pequeña para hacerlo. Para llegar hasta allí elegía (quizás aún no conocía otro camino) atravesar el callejón más estrecho y largo del pueblo, lo hacía con alegría, reconociendo su umbría. Sabiendo lo que me esperaba. Era de nuevo viernes y se repetía el ritual. Gracias a la vida, a Rosi y a su familia.
En la puerta de la casa de la chimenea verde, descubrí el aspecto lúdico de la vida, cuando los viernes llegaba el Cosme con su Dian-6 trayendo a su familia de fin de semana. Siempre a la misma hora, con pleno sol. Al sol también, su madre, una anciana dulce quién me decía: "están a punto de llegar". Llegaba, en efecto la Rosi y nos esparcían un montón de juguetes en la puerta de la casa donde jugamos mano a mano, su hermana aún era muy pequeña para hacerlo. Para llegar hasta allí elegía (quizás aún no conocía otro camino) atravesar el callejón más estrecho y largo del pueblo, lo hacía con alegría, reconociendo su umbría. Sabiendo lo que me esperaba. Era de nuevo viernes y se repetía el ritual. Gracias a la vida, a Rosi y a su familia.