Los inviernos eran muy fríos. En casa sí estabas faenando, cuidando a los animales (cerd@s, conej@s, gallin@s, caballerias), limpiando, fregando los cacharros, el hogar, haciendo el pan, guisando, faldegando paredes (con cal -blanca- o el hallar –con tierra rojiza de la zona de acceso a la fuente negrilla), haciendo el mondongo y demás tareas en la matanza -sobrellevabas el frio.
En el campo preparando la tierra con el arado, cavando con pala o azada, cogiendo mielgas para los animales, estabas activ@ luchando contra viento y marea.
Pastoreando tapad@ con la manta, con tu fiambrera repleta de calorías, tu bota de buen vino de la ribera, tu tabaco de liar, tus botas de monte embutiendo a calcetines de lana gruesa lograban que las bajas temperaturas se sobrellevaran. Los días de lluvia eran trágicos para el pastor quién tenía que secarse y cambiarse de ropa nada más llegar a casa. Trabajando en la taina poniendo a cada oveja con su pareja, ayudando a amamantar a los corder@as recién nacidos o débiles, el propio calor de los animales calentaba el ambiente.
En casa el único lugar caliente era la cocina gracias a la lumbre y al horno de leña. La indumentaria del varón adulto con camiseta y calzoncillo mariano y faja larga rodeada a la cintura en múltiples vueltas, más ropa exterior de franela, lana y pana ayudaban a combatir las bajas temperaturas. Basta que el calor por donde más se pierde o mantiene es por la cabeza nuest@s antepasados llevaban boina y/o pañuelo a la misma (según el sexo), además de largas enaguas y sayas las mujeres, camisetas de algodón tupido y con mantón para salir de casa. La alimentación rica en grasas animales y con vino en las comidas, más la indumentaria y la gran actividad con el trabajo hacían llevaderas las bajas temperaturas.
Los niñ@s nos calentábamos en la calle corriendo, buscando la solana y merendando buen tajo de pan con vino y azúcar o de manteca con azúcar. En la escuela la buena planta del edificio y la estufa cargada de leña calentaban la estancia. Siempre nos ayudaban los jerséis de lana tupida lo que no hacían los pantalones siempre cortos para los niños hasta bien adelantado el siglo XX. A los bebes se les fajaban durante los primeros meses de vida y pasaban gran parte del día en la cuna bien abrigadit@s o en brazos de su madre y/o hermanas mayores junto al fuego escuchando dulces canciones.
El varón juraba de vez en cuando siempre que la rabia le sobrepasaba, la mujer ponía el tono cálido. El amor era un ingrediente natural que prácticamente generalizaba a las gentes de la Castilla profunda, en especial a nuestros pueblos donde las gentes son y han sido nobles, solidarias, luchadoras y resignadas asumiendo su status y los deberes derivados del mismo.
En el campo preparando la tierra con el arado, cavando con pala o azada, cogiendo mielgas para los animales, estabas activ@ luchando contra viento y marea.
Pastoreando tapad@ con la manta, con tu fiambrera repleta de calorías, tu bota de buen vino de la ribera, tu tabaco de liar, tus botas de monte embutiendo a calcetines de lana gruesa lograban que las bajas temperaturas se sobrellevaran. Los días de lluvia eran trágicos para el pastor quién tenía que secarse y cambiarse de ropa nada más llegar a casa. Trabajando en la taina poniendo a cada oveja con su pareja, ayudando a amamantar a los corder@as recién nacidos o débiles, el propio calor de los animales calentaba el ambiente.
En casa el único lugar caliente era la cocina gracias a la lumbre y al horno de leña. La indumentaria del varón adulto con camiseta y calzoncillo mariano y faja larga rodeada a la cintura en múltiples vueltas, más ropa exterior de franela, lana y pana ayudaban a combatir las bajas temperaturas. Basta que el calor por donde más se pierde o mantiene es por la cabeza nuest@s antepasados llevaban boina y/o pañuelo a la misma (según el sexo), además de largas enaguas y sayas las mujeres, camisetas de algodón tupido y con mantón para salir de casa. La alimentación rica en grasas animales y con vino en las comidas, más la indumentaria y la gran actividad con el trabajo hacían llevaderas las bajas temperaturas.
Los niñ@s nos calentábamos en la calle corriendo, buscando la solana y merendando buen tajo de pan con vino y azúcar o de manteca con azúcar. En la escuela la buena planta del edificio y la estufa cargada de leña calentaban la estancia. Siempre nos ayudaban los jerséis de lana tupida lo que no hacían los pantalones siempre cortos para los niños hasta bien adelantado el siglo XX. A los bebes se les fajaban durante los primeros meses de vida y pasaban gran parte del día en la cuna bien abrigadit@s o en brazos de su madre y/o hermanas mayores junto al fuego escuchando dulces canciones.
El varón juraba de vez en cuando siempre que la rabia le sobrepasaba, la mujer ponía el tono cálido. El amor era un ingrediente natural que prácticamente generalizaba a las gentes de la Castilla profunda, en especial a nuestros pueblos donde las gentes son y han sido nobles, solidarias, luchadoras y resignadas asumiendo su status y los deberes derivados del mismo.