cuando mis ojos vayan perdiendo su función de llenarme de imágenes, me quedaran en la cabeza, todos los rostros, todos los paisajes, todos los colores que han formado parte del transcurrir de mi vida, y cuando los olores se diluyan antes de que mi olfato pueda percibirlos, me bastara el registro que en mi cabeza guardo de lo que he olido a lo largo de mis años, si mi piel no detecta el beso y la caricia, se alimentara del fondo que guardo de tibias o ardientes experiencias. si mi paladar no saborea un dulce, si no suspira por un trago de agua fresca, hay un manantial que todabia regara mis neuronas y si no oigo las voces que me preguntan, que me llaman; todas las respuestas y conversaciones las tendré ya almacenadas.
Pero hay un sentido que necesito mantener para que nunca se pierda mi contraseña, la que abre mi archivo: es mi sentido de la memoria, ese que me ayuda a llamarte por tu nombre, a recordar el día de tu cumpleaños y a poder contestar cuando alguien pregunta mi pueblo, edad y fecha de nacimiento.
¿Que sientes abuela, cuando no me puedes contestar a un simple, Que has comido hoy? y te miro poniendo esa cara que se traduce, en la abuela chochea, ¿pero que sientes, que de pronto te encuentras sin mañas ante el vivir, como un niño no demasiado mayor, pero si lo suficiente para saber que solo no puede eludir el lado inhóspito de la vida.
Pensando en una abuela que nunca he tenido mas cercana, me hago esta reflexión,
y verdaderamente los recuerdos de nuestras vivencias son los que nos retroalimentan, y hacen que con la ayuda necesaria podamos andar por un camino lleno de luz y de flores, un camino dulce, caliente en invierno y fresquito en verano.
Recordarte cada día que tienes unos nietos estupendos y que todos los amigos con los que compartías tu día a día en el pueblo, preguntan por ti y te mandan recuerdos.
Te escondes detrás de tus olvidos, sientes pudor a verte desnuda, despojada de palabras, perdida en la encrucijada de los pasillos, por los que caminas a la deriva. Seré tu lazarillo, un GPS que te conduzca a tu meta, juntas sacaremos del baúl los mejores tesoros, rebuscaremos hasta encontrar lo que buscamos.
Pero hay un sentido que necesito mantener para que nunca se pierda mi contraseña, la que abre mi archivo: es mi sentido de la memoria, ese que me ayuda a llamarte por tu nombre, a recordar el día de tu cumpleaños y a poder contestar cuando alguien pregunta mi pueblo, edad y fecha de nacimiento.
¿Que sientes abuela, cuando no me puedes contestar a un simple, Que has comido hoy? y te miro poniendo esa cara que se traduce, en la abuela chochea, ¿pero que sientes, que de pronto te encuentras sin mañas ante el vivir, como un niño no demasiado mayor, pero si lo suficiente para saber que solo no puede eludir el lado inhóspito de la vida.
Pensando en una abuela que nunca he tenido mas cercana, me hago esta reflexión,
y verdaderamente los recuerdos de nuestras vivencias son los que nos retroalimentan, y hacen que con la ayuda necesaria podamos andar por un camino lleno de luz y de flores, un camino dulce, caliente en invierno y fresquito en verano.
Recordarte cada día que tienes unos nietos estupendos y que todos los amigos con los que compartías tu día a día en el pueblo, preguntan por ti y te mandan recuerdos.
Te escondes detrás de tus olvidos, sientes pudor a verte desnuda, despojada de palabras, perdida en la encrucijada de los pasillos, por los que caminas a la deriva. Seré tu lazarillo, un GPS que te conduzca a tu meta, juntas sacaremos del baúl los mejores tesoros, rebuscaremos hasta encontrar lo que buscamos.