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BLACOS: Seguro que alguna vez habéis hecho la prueba. En una...

Seguro que alguna vez habéis hecho la prueba. En una éscena trágica de una película de televisión le quitas el sonido y lo único que se oye es el dolor. En ese caso es simulado, pero el dolor cobra toda su crudeza cuando se añade a una tragedia real. Y toda muerte es una tragedia, con independencia del cómo, el porqué o el cuando. Pero me da la sensación de que cuando se llega al final con la resignación del silencio el adiós definitivo es insoportable, y más si es anunciado con fecha de llegada. El sufrimiento no tienen fecha para el final, pero cuando sabes el momento exacto en el que va a empezar, no creo que haya nadie en esta vida preparado para el camino hasta esa muerte. Por eso, al menos para mi, cobra un valor heroico el de esas personas que han convivido tanto tiempo leyendo la fecha de caducidad de una vida. Escondiendo el dolor detrás de una sonrisa, de una palabra de ánimo, de una fortaleza que doblegue a una resignación. Ahuyentar cualquier duda, cualquier debilidad detrás de una cortina de amor, de cariño, de compañía,. Es una prueba que acaba dando la medida de la grandeza de muchas personas. Pero no sólo de esas, su marido, hijos, nietos.., que la vida les ha dado, sino de esos amigos que han puesto su brazo al servicio de su debilidad, que han dejado su hombro siempre dispuesto al consuelo de sus sufrimientos. La familia y la amistad se mide muchas veces por estos pequeños gestos que son lo más grande que puede ofrecer un ser humano. En el momento del adios no hay palabras de consuelo, no hay explicación racional a tanto dolor. La muerte es lo más irracional que nos sucede a los seres humanos. Nosotros no podemos impedirla, pero si evitarla en el comportamientgo diario. Tampoco en estos momentos las palabras ayudan a nada. Cualquier frase pierde su interés ante la mayor burla que sufrimos en la vida. Pero sí hay una cosa que a la larga todos tenemos en cuenta. Y no es otra que cuando la vida nos da la espalda siempre hay alguien que nos da la cara, nos agarra de la mano, nos guía y trata de hacernos pasar por el trance con la entrega de una compañía generosa y altruista. Muchas veces son capaces de convertir las sombras en luces cegadoras, provocar una pequeña sonrisa en el cráter del abismo, y sobre todo ayudar a un olvido aunque sea momentáneo de la injusticia de la tragedia.
Probablemnte en mi vida no intercambié más de tres palabras con Piedad, incluso me ha costado recordar su nombre. Pero a pesar de todo yo he visto gestos y comportamientos que eran un claro compromiso de lealtad, de abnegación incluso, y de ayuda. No rompían ni han roto el silencio de la despeddida, pero sí dibujan un nuevo ejemplo de amor y amistad. Y es que a veces el silencio no deja de escucharse, ni ahora ni por suerte en los muchos días de dolor que llegan después. El silencio que envuelve un mundo de entrega y sacrificio cuando una vida marca en el calendario el día del fin.