Factura rebajada un 25%

BLACOS: hola Blaqueños, sobre nuestra querida plaza he intententado...

Casi todas las plazas importantes que conozco deben su nombre a un motivo concreto. La Plaza de España de Sevilla a sus escudos nacionales; La Plaza de Mayo de Buenos Aires al mes libertador de su calendario; La Plaza de la Concordia de París al final de una guerra; La Plaza de Fez, de nombre impronunciable, a sus puestos mercantes; La Plaza de los Combatientes de Sofía a unos héroes de guerra; o la Plaza de los Jerónimos de Lisboa a su iglesia convento.
Bueno pues en Blacos no íbamos a ser menos, somos más modestos pero no vamos a ser menos. La Plaza Mayor de Blacos, esta que vemos en las imágenes, ha dedicado buena parte de su vida a un olmo. Sí sí, a un olmo que se plantó en el centro de la plaza, creció al mismo ritmo que muchos de nosotros, vigiló a casi todos que hemos pasado por allí y murió entre un profundo dolor de sus amigos. El olmo, en sus orígenes, seguro que quería significar el nacimiento de un árbol, fuerte y robusto como nuestro carácter, sólido como nuestros valores, y vigoroso como nuestros propósitos. Pero en la letra pequeña que firmó con los de Blacos también recogía una clausula en la que decía que sería el centro de nuestra vida. Nos acurrucó a su sombra en la cuna de nuestra infancia; nos guió en nuestros juegosn infantiles, nos brindó su discreción y complicidad en nuestra adolescencia y nos arropó en los descansos de nuestra madurez. Entre una cosa y otra fue sombrilla de vendedores ambulantes, escenario de músicos improvisados, cintura de tracas festivas, nido de todos los que lo quisieron habitar y, por último, se apagó con elegancia y murió cuando ya no pudo reistir más. La plaza es heredera de un olmo que sólo cuando estuvo seco y en su mitad podrido nos dejó en la orfandad más absoluta. Y en una especie de pacto secreto, la plaza no se decidió a cambiar totalemnte hasta que él no se fue. A cambiar y acrecer, porque antes era más pequeña y con un escalón pronunciado para mantener su hegemonía sobre el resto de la calle. Las barandillas herrumbrosas han dejado su lugar a otras más funcionales, el suelo de hormigón lo cubre ahora un empedrado medieval, y las casas se han vestido de blanco para darle más luz.
El Ayuntamiento, que no se vé a la izquierda, ha enterrrado sus adobes para vestirse de ladrillo y piedra. Las cuatro casas del frente son como casi siempre, aunque con los soportales un poco más inclinado. A su lado nació una nueva sobre una que antes siempre estaba deshabitada. La otra puede empezar también a estar deshabitada, y la última de abajo, era en mi infancia la casa de ricos y ahora se hunde por la humedad y el abandono. En unas cosas hemos avanzado, pero en otras nos come el pasado. Ahora son las casas las que ponen sombra al guiñote. La vida transcurre tranquila y placentera en las tardes de verano. Pero algunos, muchos, sabemos que debajo de esa piedra todavía habita el calma de aquel viejo olmo que era una de nuestras pertenencias desde que nacíamos. Se llama y se llamará Plaza Mayor, pero tampoco está mal recordarla como Plaza del Olmo. Son nuestras raíces.

hola Blaqueños, sobre nuestra querida plaza he intententado mandar una foto antigua, si no lo he conseguido volvere a intentarlo. Ha sido tan grande el cambio de aspecto, en los ultimos 50 años, que sorprende este progreso, a la vez que podemos estar orgullosos de que nuestro pueblo se haya subido al carro de las mejoras y no ha dejado de tirar hacia delante. Son incontables las horas que hemos pasado jugando, charlando, bailando en esta plaza que, como dices, Alejandro, fue el punto donde transcurrian los acontecimientes relevantes del pueblo. De aquella foto en la que mis padres sostienen a sus dos primeros hijos, solo quedan los porches. Destaca el suelo que aparece cubierto de piedras. Nuestra generación la conocimos ya, cuando estaba hecha de cemento, y podiamos pintar descansos, calderones etc.
Un saludo para todos.