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BLACOS: Cualquiera que vea esta fotografía y no conozca de...

Cualquiera que vea esta fotografía y no conozca de nada a sus protagonistas puede pensar perfectamente que se ha sacado de un fotograma de películas como Los Santos Inocentes o Marcelino Pan y Vino. Un retrato en blanco y negro de una infancia triste de la España desamparada. Pero los que conocemos tanto el lugar como a sus personajes sabemos que está a años luz de esa impresión. Es suficiente fijarnos unos segundos en todos ellos para sacar una conclusión. Sus gestos y sus caras reflejan paz y una felicidad tranquila. Sí ya sé, alguien me puede decir que hay algúna cara entre pasota y "refunfuñada", que hay alguna postura de cierto modernismo indolente, o de indiferencia hacia el momento. Pero poco más. Lo que se dejar ver de manera nítida es la felicidad de unos niños tranquilos y que disfrutan de una excelente convivencia. Son miradas limpias y cómplices de un momento que les suena que puede ser histórico. Y lo que también podemos ver es que antes y después de la foto se dedicaron a la charla, a las bromas y al juego. Y poco más, no parecen necesitar otra cosa que la que tienen y se conforman con lo que hay. No tiene más secretos, ni tampoco significa que cada uno de ellos no tenga su propio mundo interior, sus propias inquietudes y sus propias ambiciones. Simplemente que se adaptan a lo que tienen y que no aspirán a traspasar esos límites. Hablan, juegan, se divierten, discuten, hacen las paces, vuelven a discutir, se hacen rabiar, se quieren, se alejan, se vuelven a acercar y al final descubren que todos se vuelven a encontrar en el mismo sitio. Y punto. Son años en los que apenas se han asomado más allá de los tebeos, de sus primeros ididlios con la tele, de una llamada de vez en cuando desde un teléfono público para saber como está la familia de lejos, y una carta en Navidad para felicitarles con ese comienzo tan conocido: "Queridos tíos, primos y demás familia. Espero que al recibo de esta os encontréis todos bien. Nosotros bien, gracias a Dios". O Esa despedida: "Se despiden estos que os quieren y no os olvidan". Así con todas las letras, incluso con más o menos acentos o con alguna o ninguna falta de ortografía. Ese era su mundo.
Ahora, vamos a hacer el esfuerzo de imaginarnos a todos ellos con la edad que tenían entonces, pero transportados a 2.014. Para empezar, no cogerían todos en el plano. Estarían cada uno en una punta, abducidos por la pantala del móvil. Los más pequeños estarían en el Twenti hablando con conocidos o desconocidos de Australia o Canadá. Otros estarían en Youtube mirando el último modelo de tractor. Otros estarían colgando fotos en Istagram poniendo morritos, o enseñando músculos. Incluso podría haber un grupo en corro twuiteando entre ellos como si no se hubieran visto ni se fueran a ver en la vida. Yo me imagino la escena. Por ejemplo, Lola enviando un washaptsa Begoña, en pleno mes de enero, con esta información fundamental "ya voy para la escuela, hace frío". O Eduardo wassapeando con Isacc " ahora voy, me estoy haciendo el bocadillo". Lo dicho fundamental. Y probablemente si alguna vez, sería un milagro, alguno de ellos levanta la mirada del teléfono puede descubrir que esta rodeado de desconocidos con los que no ha hablado cara a cara desde hace un mes. Eso sí, ha conocido a un tío de Nueva Zelanda con el que chatea todas las noches a las diez.
Y a pesar de todo no se olvidan de esa familia a la que escribían cartas por Navidad. Y les escriben ahora también. El mensaje de móvil puede ser algo asi. "oli tkm, ja, ja, ja, buffffff, bsssss". Que vale, que ellos igual lo entienden, y puede que sus primos también, pero sus tíos pensarán que tienen el teléfono estropeado y se han borrado muchas letras del mensaje.
También puede pasar que pensaran que el frontón era un lugar oscuro en el que refugiarse por las noches para inicarse en el botellón, y que el color verde de las paredes es para camuflarlo de los drones que bombardean Afganistan y se pueden confundir porque Blacos está a la misma altura.
Y sin embargo ves esta foto y de repente se detiene el tiempo, se limpia tu memoria y vuelve a la limpieza de su nacimiento, y sólo ves eso, paz y tranquilidad. Esa paz y tranquilidad que se siente al pisar las calles oscuras de Blacos en una fría noche de invierno, esa paz y tranquilidad que te invade cuando te sientas en el banco de la ermita en un atardecer de agosto. O esa paz y tranquilidad de la que disfrutas en una sobremesa de nostalgia cuando recuerdas que hubo un tiempo en el que había muchas pausas y pocas prisas, mucha sinceridad y poca hipocresia, mucha generosidad y poco egoismso, y sobre todo cuando recuerdas que hubos un tiempo en el que había mucha amistad y pocos comportamientos mezquinos.
También, es cierto, la fotografía produce un cierto desasosiego y pena por comprobar que hubo un tiempo, no tan lejano, en el que en el pueblo había más de 20 niños en edad escolar. Una edad en la que, como en la foto, se disfrutaba de mucha paz y tranquilidad, sobre todo en Blacos.

p. s (no estaría mal que alguien que sepa quienes son todos los de la foto lo ponga en la página. Hay tres o cuatro de los más pequeños que no logró reconocer, y por eso no me he arriesgado a hablar de forma individual, no me quería dejar a nadie)