Kaixo Iñaki, hola amigo.
Adiskedegabeko bizitza, auzogabeko heriotza, "con los buenos amigos las horas se hacen cortas”. Y con los buenos padres, los días, los años son un suspiro que se transforma en dolor cuando ese suspiro expira, se termina. Y ya sé que en estos momentos los sentimientos pueden estar alterados por la emoción, la pena y la pérdida de un padre. Quizás no los puedas fijar con nitidez en tu interior, que está sacudido por una pleamar sobre la que se ha desatado una tempestad que arrastra un gigantesco oleaje de frustración por la última lección a la que nos somete la vida, la muerte. Puede que ahora te sientas como un rompeolas, azotado por el viento huracanado de tristeza, el que tú, estoy seguro, afrontas a pecho descubierto, con los pies clavados en el suelo y con la determinación de que, ni te mueva el viento ni te arrastre la resaca hasta el fondo del mar donde las corrientes te empujan al precipicio de las rocas. Y también estoy seguro que tu corazón, azotado por una pérdida irreparable, ha dejado un hueco en el que siente la punzada de la cercanía, el apoyo y el cariño de los que están cerca y de los que desde un poco más lejos también queremos que nos sientas ahí, a tu lado, fundidos con tu amargura pero empujando a la vez hacía la tranquilidad.
Cuando la galerna se vaya y se lleve con ella la niebla que ahora difumina el paisaje, te encontrarás de repente sentado a la orilla de días tranquilos y soleados. Y no te sorprendas si en esa silla del futuro notas que te duele más la ausencia. Será así, porque la rutina siempre está reñida con el recuerdo. Pero en esos días tranquilos y en esas noches de luna llena puede que descubras alguna vez en los bolsillos de los pantalones de la infancia el peso de aquellos piñones que buscabas de su mano por los bosques de Segovia. O que los rayos de la luna conviertan el mar en un espejo y te veas allí reflejado con una sonrisa abierta mientras tu cabeza recrea esa imagen de cumpleaños o navidad cuando tu padre celebraba la gala de estreno de su última partitura. Y reirás con franqueza al oír el coro de voces de sus nietos, entre ellos tus hijos, poniendo los coros al estreno en ese ambiente familiar que se crea entre las grandes familias. Es probable que entonces empiece a ser más dura la ausencia. Pero ya verás como entonces el temporal aparece tamizado por el peine de los vientos, y hasta ti ya no llegará ni la pleamar ni las olas del abismo. Lo que llegará será una placentera sensación que siempre invade a aquellos que cada día se levantan con la conciencia tranquila porque el día anterior, y el día anterior al anterior hicieron todo lo que estaba en su mano, no regatearon un esfuerzo, no escatimaron un abrazo, no renegaron de una plegaria ni se pusieron de lado para que el problema pasara sin rozarles. Y entonces tomarás distancia con la vida, porque la vida hay que verla desde fuera para saber cómo transcurre por dentro. Será como volver a empezar, pero sin parara el reloj y sin dejar de pasar las hojas del calendario. Y cada minuto que pase y cada mes que se vaya te dejará siempre al lado del amor, el cariño y la dedicación de los que están cerca y de los que siempre estamos dispuestos a acercarnos.
Agur Iñaki. Aquí un amigo.
Adiskedegabeko bizitza, auzogabeko heriotza, "con los buenos amigos las horas se hacen cortas”. Y con los buenos padres, los días, los años son un suspiro que se transforma en dolor cuando ese suspiro expira, se termina. Y ya sé que en estos momentos los sentimientos pueden estar alterados por la emoción, la pena y la pérdida de un padre. Quizás no los puedas fijar con nitidez en tu interior, que está sacudido por una pleamar sobre la que se ha desatado una tempestad que arrastra un gigantesco oleaje de frustración por la última lección a la que nos somete la vida, la muerte. Puede que ahora te sientas como un rompeolas, azotado por el viento huracanado de tristeza, el que tú, estoy seguro, afrontas a pecho descubierto, con los pies clavados en el suelo y con la determinación de que, ni te mueva el viento ni te arrastre la resaca hasta el fondo del mar donde las corrientes te empujan al precipicio de las rocas. Y también estoy seguro que tu corazón, azotado por una pérdida irreparable, ha dejado un hueco en el que siente la punzada de la cercanía, el apoyo y el cariño de los que están cerca y de los que desde un poco más lejos también queremos que nos sientas ahí, a tu lado, fundidos con tu amargura pero empujando a la vez hacía la tranquilidad.
Cuando la galerna se vaya y se lleve con ella la niebla que ahora difumina el paisaje, te encontrarás de repente sentado a la orilla de días tranquilos y soleados. Y no te sorprendas si en esa silla del futuro notas que te duele más la ausencia. Será así, porque la rutina siempre está reñida con el recuerdo. Pero en esos días tranquilos y en esas noches de luna llena puede que descubras alguna vez en los bolsillos de los pantalones de la infancia el peso de aquellos piñones que buscabas de su mano por los bosques de Segovia. O que los rayos de la luna conviertan el mar en un espejo y te veas allí reflejado con una sonrisa abierta mientras tu cabeza recrea esa imagen de cumpleaños o navidad cuando tu padre celebraba la gala de estreno de su última partitura. Y reirás con franqueza al oír el coro de voces de sus nietos, entre ellos tus hijos, poniendo los coros al estreno en ese ambiente familiar que se crea entre las grandes familias. Es probable que entonces empiece a ser más dura la ausencia. Pero ya verás como entonces el temporal aparece tamizado por el peine de los vientos, y hasta ti ya no llegará ni la pleamar ni las olas del abismo. Lo que llegará será una placentera sensación que siempre invade a aquellos que cada día se levantan con la conciencia tranquila porque el día anterior, y el día anterior al anterior hicieron todo lo que estaba en su mano, no regatearon un esfuerzo, no escatimaron un abrazo, no renegaron de una plegaria ni se pusieron de lado para que el problema pasara sin rozarles. Y entonces tomarás distancia con la vida, porque la vida hay que verla desde fuera para saber cómo transcurre por dentro. Será como volver a empezar, pero sin parara el reloj y sin dejar de pasar las hojas del calendario. Y cada minuto que pase y cada mes que se vaya te dejará siempre al lado del amor, el cariño y la dedicación de los que están cerca y de los que siempre estamos dispuestos a acercarnos.
Agur Iñaki. Aquí un amigo.