O como le llamamos los psicólogos, el Súper Yo, es quien se encarga de decirnos (a nuestro Yo) qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, es por supuesto la voz de nuestra conciencia.
Pinocho y su consciencia: Pepito Grillo. Cuando nos emborrachamos, el primero en caer es Pepito Grillo y estando Pepito Grillo atontado deja de aconsejarnos y por eso “se nos hace fácil” hacer cualquier cosa, no hay nadie que nos diga que lo que estamos a punto de hacer es peligroso o simplemente estúpido.
Pepito Grillo nos acompaña toda la vida y es una buena compañía, siempre y cuando no se vuelva muy severo. Un Pepito Grillo que se enoja por todo y no nos deja portarnos ni tantito mal no es buen compañero. Obviamente tampoco uno que nos deje hacer de todo sin regañarnos.
Pepito Grillo tiene su manera de castigarnos cuando nos portamos mal, la más común es la Culpa. Nos la avienta encima y es una carga pesada para nosotros (para el Yo). Pero también tiene otras maneras más sutiles y creativas de castigarnos, por ejemplo, nos puede sabotear.
Si Pepito Grillo cree que nos hemos portado mal puede provocar que no nos salgan bien las cosas, nos hará cometer una falta o error para que nuestros planes se estropeen y tengamos así nuestro castigo.
Cuando Pepito Grillo se porta muy consentidor, es decir, que no nos regaña por nada o cuando se porta muy severo, que nos regaña o castiga por todo, entonces hay que hablar seriamente con él para que juzgue de una manera más “normal”.
El psicólogo en la terapia puede hacer eso. Puede hablar con el Pepito Grillo de su cliente y convencerlo para que cambie su comportamiento.
Pinocho y su consciencia: Pepito Grillo. Cuando nos emborrachamos, el primero en caer es Pepito Grillo y estando Pepito Grillo atontado deja de aconsejarnos y por eso “se nos hace fácil” hacer cualquier cosa, no hay nadie que nos diga que lo que estamos a punto de hacer es peligroso o simplemente estúpido.
Pepito Grillo nos acompaña toda la vida y es una buena compañía, siempre y cuando no se vuelva muy severo. Un Pepito Grillo que se enoja por todo y no nos deja portarnos ni tantito mal no es buen compañero. Obviamente tampoco uno que nos deje hacer de todo sin regañarnos.
Pepito Grillo tiene su manera de castigarnos cuando nos portamos mal, la más común es la Culpa. Nos la avienta encima y es una carga pesada para nosotros (para el Yo). Pero también tiene otras maneras más sutiles y creativas de castigarnos, por ejemplo, nos puede sabotear.
Si Pepito Grillo cree que nos hemos portado mal puede provocar que no nos salgan bien las cosas, nos hará cometer una falta o error para que nuestros planes se estropeen y tengamos así nuestro castigo.
Cuando Pepito Grillo se porta muy consentidor, es decir, que no nos regaña por nada o cuando se porta muy severo, que nos regaña o castiga por todo, entonces hay que hablar seriamente con él para que juzgue de una manera más “normal”.
El psicólogo en la terapia puede hacer eso. Puede hablar con el Pepito Grillo de su cliente y convencerlo para que cambie su comportamiento.