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BLACOS: Cuando resulta muy difícil romper ese nudo interior...

Cuando resulta muy difícil romper ese nudo interior que te ahoga en la nostalgia, suele dar buen resultado echar mano del espíritu melancólico. Te lleva hasta el fondo pero luego, aunque no se sabe muy bien cuando, te va empujando hacia arriba. Experimentas esa sensación agradable de columpiarte en una nube y desde allí, entre algodones, recomponer poco a poco ese espíritu maltrecho. Todo se entiende muy bien con fotografías como ésta. Siempre vemos la ermita de una manera clara, diáfana, sin obstáculo entre la mirada y su majestuosidad alzada sobre la tierra rojiza y las piedras rocosas que la cimentan. Pero no me negaréis que alguna vez la habéis visto así. Difuminada, tamizada por las ramas, con sus perfiles obtusos, con la cara lavada por el sol y con la escolta de los tonos ocres que la acercan al otoño o al nacimiento del invierno. Da la sensación de que la miras a escondidas, con cierto rubor de hacerte presente, desde ese lado también oscuro de la sombra de las ramas y del abrigo de los árboles. Verla de esta manera también te aleja un poco de su simbolismo, aunque la brillantez del sol le da un aire de aparición, aunque sea desde los caminos más alejados de la fe. Tener una ermita es un pequeño tesoro, y en este caso es un tesoro con cierto afán de misterio. A veces al mirar una foto, yo me pregunto por los sentimientos del fotógrafo cuando vio su obra. Es mucho más expresiva la instantánea que el texto. Se limita Raúl a decir "entre las ramas". Vale, bien es una expresión lacónica y ajustada. Y yo añado que es una descripción muy corta, y seguro que muy alejada de los pensamientos que anidaba a este lado de la cámara ¿Quiso retratar sólo a la ermita ¿¿Buscaba sacar a través del foco un poco de su mundo interior en el momento de pulsar el botón? ¿¿Fue una improvisación, o es algo premeditado, o quizás es una prolongación de cómo le gusta a él la ermita? Todos sabemos que Blacos es algo más que una visita a tu pueblo. Mientras estás en él la vida no se para y los que la vivimos transitamos por diferentes etapas, edades, aficiones, estados de ánimo, euforias, depresiones etc. ¿Ver la ermita así es sacar de dentro esa melancolía aprisionada al dirigir el objetivo a un edificio emblemático de la vida blaqueña? Las preguntas se pueden ampliar hasta el infinito, pero yo me rindo porque estoy seguro de que nunca encontraría una respuesta satisfactoria. Lo que sí me atrevo a decir es que me da que es algo más que una foto. Es una sensación, un momento, una forma de ver la vida, un ejemplo de devoción a un lugar y a un instante, y, en fin, un encuentro con la pequeña historia de un gran templo. Claro que todo puede ser fruto de ese nudo de melancolía.