Todo fue un espejismo. Después de una larga travesía del desierto, con la lengua seca y gorda por la sed, creía haber llegado a un oasis. Enseguida cambió el paisaje, y la sequedad de la arena daba paso a una tierra húmeda y fértil, sembrada de dátiles y con un gran pozo de agua limpia y fresca. Lo dicho, era un espejismo. Cuando me agaché para beber noté el sabor desagradable de la arena seca y ardiente. Volvía al principio, en la más absoluta soledad después de verme acompañado en sueños, bueno más bien en pesadillas provocadas por la sed de tantos días sin caer una gota. Y me puse a pensar. El Baraka en la playa, asando langostinos en la barbacoa de la terraza, con los vecinos aterrorizados y llamando a los bomberos, porque cada vez que el niño asa provoca un incendio que se extiende por toda la urbanización. Fijaos hasta que punto llega el asunto, que el dueño del camping lleva años ofreciéndole gratis unas vacaciones en el hotel de lujo que hay al lado. No sabe como quitárselo de encima, se está quedando sin clientes. Pero ni por esas, y es que mi primo del alma los asusta dos veces. Primero con el fuego que provoca, y después con las caras que les pone cuando le miran comérselos. A veces intenta hacerse el simpático con ellos y les dice que los langostinos los ha pescado él mismo en la ría, al lado de Santurce. No les hace ni puñetera gracias. Están haciendo una colecta entre todos para pagarle unas vacaciones en las mismas playas de Huelva, que allí hay langostinos de dos palmos. Si no acepta, están dispuestos a buscar el mejor abogado de la Costa para intentar que lo deshaucien del camping por el presunto delito de ser un peligro público. Ellos dicen que si a El Lute lo metieron en la cárcel por robar una gallina, a un pirómano de las dimensiones del baraka, por lo menos lo podían desterrar de las playas catalanas en lo que queda de siglo.
Bueno pues eso, mi primo de vacatas, los veratos que ya han cumplido y no es cuestión de que estén todos los días haciendo alabanzas de Blacos. Y la Lola más pendiente de La Saca, los Agés, las Calderas y las Bailas, nos dejan de nuevo en el páramo. Y con la cantidad de cosas que hay que contar es una pena. Acaba de ser San Acacio, con poco trabajo y mucha comida popular en la plaza. Tanta gente que superaron las previsiones y hubo que echar mano de la caja de emergencia, como hace el gobierno para pagar las pensiones. Luego también hay que hablar de las fiestas que están a la vuelta de la esquina, y habrá que ir dando ideas sobre los actos del programa y sobre todo sobre los disfraces. A mí no me importa decir que nosotros este año, con la que está cayendo, vamos a hacer un collage con los de los años anteriores. Así que encima de la peluca de putones del oeste, nos pondremos el casco de minero, y de leotardos los pantalones azules de mahón, pero además ya muy usados, porque se los dejamos a Eduardo para que nos los fuera curtiendo en la obra. Yo esto de las pelucas como que no lo veo, pero hay otros que tienen mucho interés en que las llevemos y no sé por qué. Entre ellos están Vicente, Sixto, Eduardo, y un poco Iñaki y Miguel. Enrique también quiere llevar peluca, pero haciéndole un corte para que se le vea ese mechón autóctono que tiene en el centro de la frente y que lleva camino de ser marca de la casa. En fin no sé cómo quedará todo porque después de nuestro éxito de bailadoras de Can Can, nos pasa como a la selección española, lo hemos conseguido todo y hemos perdido el hambre de triunfos y glorias. Claro que igual el entrenador hace una revolución y nos obliga a ponernos las pilas y volver a ser los que fuimos. No es por asustar a nadie, simplemente son las paranoias de un escritor solitario en pleno mundial. Ah ¡que no se me olvide. El Baraka también es de los que agradece peluca, con lo que fue él con esa pelambrera plateada, envidia de toda la geografía soriana, de Barakaldo y buena parte de León. Pero este año creo que se va a disfrazar de langostino, por si al año que viene le vetan su entrada en el camping ese que quema todos los años.
Bueno pues eso, mi primo de vacatas, los veratos que ya han cumplido y no es cuestión de que estén todos los días haciendo alabanzas de Blacos. Y la Lola más pendiente de La Saca, los Agés, las Calderas y las Bailas, nos dejan de nuevo en el páramo. Y con la cantidad de cosas que hay que contar es una pena. Acaba de ser San Acacio, con poco trabajo y mucha comida popular en la plaza. Tanta gente que superaron las previsiones y hubo que echar mano de la caja de emergencia, como hace el gobierno para pagar las pensiones. Luego también hay que hablar de las fiestas que están a la vuelta de la esquina, y habrá que ir dando ideas sobre los actos del programa y sobre todo sobre los disfraces. A mí no me importa decir que nosotros este año, con la que está cayendo, vamos a hacer un collage con los de los años anteriores. Así que encima de la peluca de putones del oeste, nos pondremos el casco de minero, y de leotardos los pantalones azules de mahón, pero además ya muy usados, porque se los dejamos a Eduardo para que nos los fuera curtiendo en la obra. Yo esto de las pelucas como que no lo veo, pero hay otros que tienen mucho interés en que las llevemos y no sé por qué. Entre ellos están Vicente, Sixto, Eduardo, y un poco Iñaki y Miguel. Enrique también quiere llevar peluca, pero haciéndole un corte para que se le vea ese mechón autóctono que tiene en el centro de la frente y que lleva camino de ser marca de la casa. En fin no sé cómo quedará todo porque después de nuestro éxito de bailadoras de Can Can, nos pasa como a la selección española, lo hemos conseguido todo y hemos perdido el hambre de triunfos y glorias. Claro que igual el entrenador hace una revolución y nos obliga a ponernos las pilas y volver a ser los que fuimos. No es por asustar a nadie, simplemente son las paranoias de un escritor solitario en pleno mundial. Ah ¡que no se me olvide. El Baraka también es de los que agradece peluca, con lo que fue él con esa pelambrera plateada, envidia de toda la geografía soriana, de Barakaldo y buena parte de León. Pero este año creo que se va a disfrazar de langostino, por si al año que viene le vetan su entrada en el camping ese que quema todos los años.