Hay una frase que a me gusta mucho que dice: La vida no es otra cosa que tomar decisiones. Y es verdad hasta en los más pequeños detalles, como puede ser el de sentarse frente al ordenador y escribir un mensaje en este blog. Decides el tema, decides las palabras con las que tratas de explicar ese tema y decides a quien diriges ese mensaje. Pero de repente descubres que la ecuación falla, y que no todo son tomar decisiones. Te das cuenta que tú no puedes decidir en ningún caso las repercusiones que puede tener lo que escribes, no decides la forma en que puede afectar a cada uno lo que escribes y en definitiva no decides el sentido que cada cual puede dar a las palabras que dejas impresas en el mensaje. Y esto es lo que ha pasado con el texto que escribí sobre la comisión de fiestas. Era un texto, como todos los que escribo, que no tenía otra pretensión que la de reflexionar sobre un tema que cada año despierta diferentes juicios y distintas reacciones. Por eso quizás sea bueno dejar claro desde el principio que lo único que pretendía era compartir una percepción muy personal con un grupo de posibles lectores. Nada más lejos de mi intención que la de sentar cátedra o pontificar desde un púlpito para un grupo de creyentes o conversos. Lo que yo escribo no es otra cosa que un pensamiento en voz alta, apoyado en comentarios que he oído o cosas que he conocido sobre ese tema. En ningún momento hay personalización alguna, ni críticas concretas, ni alusiones específicas. Creo que hace mucho tiempo que dije en este mismo foro que no me gustaba escribir sobre personas vivas porque me quedaba a los pies de sus interpretaciones o de su forma personal de entender lo que yo quiero decir. Pero todavía más, trato de evitar entrar en polémica o discusión de ningún tipo. Lo hice una vez y todavía no he dejado de arrepentirme. En el debate y la discusión, que pueden ser enriquecedores, se llega más pronto que tarde a la descalificación o al insulto, y acabas descubriendo que todo ha sido una pérdida de tiempo o un tiempo perdido, que aunque lo parezca no es lo mismo.
Y digo todo esto porque sé que ha habido personas que se han sentido aludidas por mis palabras y que incluso se han visto reflejadas en algunas de las críticas que recogía en esas palabras. Puedo asegurar que no era mi pretensión, en absoluto, sino todo lo contrario. Mi único deseo era defender una figura, la de la comisión de fiestas, que me parece la única imprescindible para que esas fiestas se lleven a cabo, y se mantenga cada año el nivel y la calidad de los actos que se recogen en el programa. Todo lo demás yo lo veo como aleatorio. La juventud es algo que se pasa con los años, unos se van y otros viene, unos trasnochan y otros madrugan, unos bailan y otros miramos, unos se disfrazan y otros no, etc. etc. Pero todo eso existe porque hay unas fiestas, pero sobre todo porque hay una comisión que las prepara, se desvela, trabaja, se preocupa, se desplaza, se reúne y piensa, sobre todo piensa en que ese programa esté como mínimo a la altura del esfuerzo que hace mucha gente para contribuir a que esa fiesta se pueda celebrar un año más.
El resto no me interesa, me parece secundario. No hay baremos, ni pesos, ni varas de medir lo suficientemente objetivas para valorar el esfuerzo de unos sobre el de otros. Hay tantos factores en juego que cuando te pones a hablar de ello seguro que desconoces o se te olvida más de uno. A mí personalmente sólo me preocuparía que alguna vez hubiera una comisión de fiestas que se esforzara en hacerlo mal. Y eso ni lo pienso ni lo creo. Igual que creo que la comisión de este año volverá a darnos una lección de imaginación y trabajo que sólo está al alcance de la juventud. Tienen el camino abierto. Saben por dónde andar porque hace pocos años se lo enseñaron otros que eran entonces de la edad que ellos tienen ahora. Y me gustaría acabar con la misma frase que decía en el primer texto Puede haber fiestas con comisión, puede haber comisión sin fiestas, pero lo que no habrá nunca será unas fiestas sin comisión. Y si son jóvenes, yo lo único que puedo sentir es envidia.
Y digo todo esto porque sé que ha habido personas que se han sentido aludidas por mis palabras y que incluso se han visto reflejadas en algunas de las críticas que recogía en esas palabras. Puedo asegurar que no era mi pretensión, en absoluto, sino todo lo contrario. Mi único deseo era defender una figura, la de la comisión de fiestas, que me parece la única imprescindible para que esas fiestas se lleven a cabo, y se mantenga cada año el nivel y la calidad de los actos que se recogen en el programa. Todo lo demás yo lo veo como aleatorio. La juventud es algo que se pasa con los años, unos se van y otros viene, unos trasnochan y otros madrugan, unos bailan y otros miramos, unos se disfrazan y otros no, etc. etc. Pero todo eso existe porque hay unas fiestas, pero sobre todo porque hay una comisión que las prepara, se desvela, trabaja, se preocupa, se desplaza, se reúne y piensa, sobre todo piensa en que ese programa esté como mínimo a la altura del esfuerzo que hace mucha gente para contribuir a que esa fiesta se pueda celebrar un año más.
El resto no me interesa, me parece secundario. No hay baremos, ni pesos, ni varas de medir lo suficientemente objetivas para valorar el esfuerzo de unos sobre el de otros. Hay tantos factores en juego que cuando te pones a hablar de ello seguro que desconoces o se te olvida más de uno. A mí personalmente sólo me preocuparía que alguna vez hubiera una comisión de fiestas que se esforzara en hacerlo mal. Y eso ni lo pienso ni lo creo. Igual que creo que la comisión de este año volverá a darnos una lección de imaginación y trabajo que sólo está al alcance de la juventud. Tienen el camino abierto. Saben por dónde andar porque hace pocos años se lo enseñaron otros que eran entonces de la edad que ellos tienen ahora. Y me gustaría acabar con la misma frase que decía en el primer texto Puede haber fiestas con comisión, puede haber comisión sin fiestas, pero lo que no habrá nunca será unas fiestas sin comisión. Y si son jóvenes, yo lo único que puedo sentir es envidia.