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BLACOS: Puede ser que fuera un día gris, o lluvioso o soleado,...

Puede ser que fuera un día gris, o lluvioso o soleado, no lo sé. Los recuerdos que guardo de mi confirmación son tan escasos que creo que confundo la realidad con la imaginación. Lo único que tengo claro es que éramos cuatro gatos, bueno o cinco, y que en un momento dado nos acercamos al cura, me imagino que D. José, y nos echó ceniza en el pelo y luego nos dio una bofetada al tiempo que decía eso de: " Para que te acurdes del obispo de Roma, toma". No me extrañó mucho lo de la bofetada, porque en aquellos años había pocos encuentros con tus padres o con los curas que no acabasen con un tabanazo en lugar de un punto y final. Es todo. Nada que ver con lo de ahora. El viernes estuve en una confirmación en la que había ochenta aspirantes al tortazo. Ochenta más los padrinos dan una cifra cercana a los 250. Y a esos hay que sumar los invitados, con lo que calculo que en aquel templo de dios estábamos por lo menos quinientas almas con los correspondientes cuerpos. Vamos algo así como en las fiestas de Blacos en hora punta, pero en lugar de en las Eras, en el interior de la parroquia. Y yo cuando entro a un iglesia me vuelvo muy desconfiado de repente. Y lo primero que hago es contar los curas que hay para cada sarao. En este había por lo menos diez. Y ya se sabe tenían que hablar los diez y probablemente cantar los diez también. Y el problema llega cuando no cantan a coro, no. Cantan de uno en uno y eso más parece un concurso de La Voz que un acto litúrgico. Había diez, y el que llevaba la voz cantante, y nunca mejor dicho, era el obispo, no el de Roma, el obispo de Pamplona. Me pareció un hombre sin el menor sentido del ridículo, porque sólo así se entiende que sea capaz de ponerse delante de 500 benditos con ese gorro en la cabeza. Como me aburro mucho en estas celebraciones, me puse a pensar los motivos para llevar ese sombrero tan raro. Y a la única conclusión a la que llegué fue que para protegerse de la lluvia no debía ser, porque con ese surco en el centro se le podía formar una balsa que lo colocara al borde del naufragio. Al final me quedé con la idea de que se lo ponía para parecer más alto y estar por encima de sus colegas. Con tanta gente en el templo y con el tono de voz que nos caracteriza, había allí un jolgorio insoportable. Entonces uno de los curas dijo. " Les invito ya a que vayan guardando silencio". A ver, fue una frase educada pero a estos hispanos si no les pones un plazo fijo y un castigo para que se callen, no consigues nada. Reconozco que era uno de los que hablaba pero lo hice como un acto de rebeldía más que otra cosa. De repente entre tanto cura, fue un minimonaguillo el que consiguió que se hiciera el silencio más absoluto. Se acercó al micrófono y dijo " Lectura del Libro de San Mateo". Un segundo después se oían las llamas de las velas. Y muchos seguro que pensaron lo mismo que yo: " Ya verás, aquí nos dan las siete de la mañana, porque el libro de San Mateo debe tener 1.500 páginas". El monaguillo se fijó en nuestras caras y se limitó a leer un trozo nada más: Se oían los suspiros de alivio. Después, casi sin sitio en el altar, apareció una abuelita para leer el evangelio. Y a mí me pilló pensando lo vagos que eran los otros once, que tenía que salir una venerable anciana a hacerles el trabajo. Me arrepentí enseguida, porque en cuanto se puso a hablar el obispo, yo estaba decidido a tirarme de cabeza al confesionario. Empezó con la mandanga de que todos podemos encontrar a dios, para ello es suficiente con ser buenos, honrados y católicos. Y así se encuentra a dios en todas partes, porque dios es amor y donde hay amor ahí está dios. T oma ya. Los divorciados por eso del desgaste, los casados sólo por lo civil, los que sisan en el súper o los que no están enamorados se quedan fuera, que lo sepáis. Luego la tomó con los confirmandos. Ellos estaban pendientes de sus trajes, sus tacones, su alisado de pelo, los cubatas que se iban a tomar por la noche.. Y el obispo les dijo que de eso nanai, que estaban en el segundo momento trascendental para entrar en la tribu de los discípulos elegidos, y para asegurar sus afirmaciones, les soltó a bocajarro, que los descarriados penarán la vida eterna y que los dos mayores vicios de esta sociedad son las drogas y la transexualidad. Así sin anestesia mi nada. Y yo entonces me puse a pensar en los asesinos, los corruptos, los pederastas. Oye se olvidó de todos y después de darnos la tabarra veinte minutos, tampoco hubiera pasado nada por aclarar un poco el asunto. Los chavales ni se inmutaron, pero en las filas que yo estaba se oyó un ligero murmullo, que hasta el obispo lo notó, y puede que dios también. En fin yo pensaba que con el rollo que había soltado, si los confirmandos no se habían ido de la iglesia como alma que lleva el diablo es que los había convencido. Los coj... A los pobres chicos los llevaban sus padrinos con una mano en el hombro para que cumplieran como hombres y no huyeran como cobardes. Que espectáculo, allí todos en fila, con dos guarda espaldas a cada lado para que el señor obispo les soltara una colleja, suave eso sí, pero colleja. Claro que en este caso no les echaron ceniza sino unos polvos (con perdón) aromáticos, que lo hace todo más fácil y agradable.
Yo dentro de lo que cabe tuve suerte porque el apellido de mi sobrino empieza por la C y en cuanto le dieron el tabanazo me fui raudo y veloz a echarme un cigarro para hundir definitivamente mi autoestima, porque esa misma mañana había prometido dejar de fumar. Llovía a cántaros y me parapeté en una esquina. Puse cara de cordero degollado, gesto de escuálido y ojos de amor encendido, a ver si dios se daba cuenta y me daba una pista para seguir el camino recto. Miraba a mi alrededor y sólo veía yonquis y transexuales, pero ni por esas. Y es que al parecer el amor es un sentimiento natural. Si no te sale no te sale, no se puede fingir y así es imposible engañar a nadie. Media hora después fueron saliendo los que aguantaron hasta el final. Cuando vi a mi sobrino iba de la mano de su novia y dándose besitos de enamorados. Los miré con envidia y me dije: " Esto lo han pillado, van con el amor en la mano para encontrar a dios". Y entonces entendía el sentido profundo y esclarecedor de las palabras del obispo. dios es amor y lo encuentras en la mano de esa chica que te mira embobada, y lo sigue haciendo muchas horas después entre la neblina de la resaca. Eso es amor, los demás son historias.