Esto pensaba escribirlo ayer, pero el temporal me trae de cabeza. Y es que ayer, dos de febrero, era el día de San Blas. Y en cuanto oigo esto, automáticamente pienso en lo de..." por San Blas la cigüeña verás". Y lo de la cigüeña es un referente de mis años de infancia en Blacos. Ya lo he contado aquí alguna vez, pero el vuelo de la cigüeña marcaba la agenda de aquellos días de invierno. Después descubría que la cigüeña puede volar más de 3.500 kilómetros al año. Entonces no lo sabíamos, pero ahora le ponen un chip en la pata y hasta te pueden transmitir en directo sus andanzas de viaje. En aquellos años viajaban a África, con billete de ida y vuelta. Y también me han dicho que son unos animales excepcionalmente fieles y aunque se van todos los años, siempre vuelve al mismo sitio. Y para llegar no dan rodeos ni utilizan GPS, pero no se equivocan nunca. Y con esa fidelidad había una cigüeña en aquellos años que siempre volvía a Blacos. Y cuando volvía no tenía necesidad de hacerse el nido porque lo había dejado ya preparado el año anterior. Siempre estaba en el mismo sitio. Era en un chopo a la orilla del río Milanos, más o menos enfrente de la escuela, al lado del huerto del Vicente. Y en un pueblo como el nuestro, nada dado a reconocimientos ni homenajes, en aquellos años había más dosis de generosidad que ahora y a ese lugar del Milanos le dedicaron el nombre del ave. Desde tiempos inmemoriales, a ese tramo del río se le conoce como " El Nido de la Cigüeña”. ¡Qué suerte, a un pequeño animal anónimo le dedican un paseo del Milanos! Eso pensé entonces y eso sigo pensando ahora. Y yo, que tengo envidia hasta de los envidiosos y que. como sabéis, soy un chulo, un creído y un pagado de sí mismo, me dije que tenía que conseguir que me pusieran una calle en Blacos. Estaba seguro que mi fama, mi elegancia y mi inteligencia se lo merecían mucho más que Sara Montiel, Manolo Escobar, u otros muchos que tienen una calle con su nombre en su pueblo.
Y viví esclavo de esta obsesión muchos años. Y de repente se me presentó la ocasión. Era el verano del 82 y entonces era alcalde Federico. Amigo de mi familia de toda la vida, honesto y honrado a carta cabal, y además una persona inteligente y justa. Entonces, ese verano había que arreglar las calles de Blacos, y mi madre, la teniente O´Neill, sin contar conmigo, decidió que a mis 24 años ya era hora de que doblara el espinazo. Yo con mucha alegría y alborozo acepté el trabajo. Y le dije a Federico que no hacía falta que me pagara con dinero, que era suficiente con que pusiera mi nombre a una calle. Me miro como si se tratara de una aparición y me dijo, con ese humor socarrón que derrocha algunas veces, que mejor me pagaba algo, algo de dinero, porque en Blacos hacía siglos que la gente se sabía el nombre de las calles de memoria y que no hacía falta poner placas. Joé que mala suerte. Otro montón de años con desvelos, envidias y fobias. Mi fama y mi inteligencia ya eran tan grandes como mi deseo de figurar y dar la nota, pero no había forma. Hasta que llegó el actual alcalde, y decidió que había que poner nombre a las calles. Me dije ¡esta es la mía! Empecé a hacerle la pelota como si quisiera ser concejal de urbanismo. En las cenas de agosto me sentaba a su lado y le decía que era el mejor alcalde que había conocido, me arrastraba alabando sus virtudes, e incluso hubo un momento en el que estaba dispuesto a comprarle una bici a cambio de ese testaferro que tiene.
No hubo forma. Y mi humillación fue mucho mayor cuando descubrí los nombres que iban a aparecer en las placas. Que falta de imaginación, qué poca seriedad, que poco trabajo de investigación. Desde ese mismo momento empecé a pensar y a decirle a todo el que me quería oír que no era el mejor alcalde de Blacos ni de coña, aunque no se lo dije a él porque siempre hay que guardarse un as en la manga. ¿Cómo pueden poner a una calle El Puente y a otra Traslapuente? O ponerle a una calle Bajera, sólo porque está en la parte de abajo del pueblo. O llamarla Calle del Río porque es la más cercana al Milanos. Esto es insoportable. Y además rompió su palabra, y mi desesperación casi llegó al odio cuando ví como a una calle le llamaba Palomar. ¡Qué casualidad, una calle con el apellido de su primo Paco! O cuando puso a otra Calle Las Damas, que él no lo reconocerá nunca, pero le puso este nombre porque toda su familia son mujeres., y se refería a ellas, a las damas. ¿A quien pretende engañar? Aquí se ve a la legua el nepotismo, que significa enchufar a los familiares. Claro que si tuvieras un poco más de imaginación le podías haber puesto a una calle Juan Carlos, y unos podía pensar que estaba dedicada al Rey y otros a tu primo. Y lo mismo podía pasar si a una le pones el nombre de María Victoria. Unos creerían que estaba dedicada a una reina y otros a la hija del Federico. Y así podíamos seguir con, Calle Dolores, Avenida de San Miguel, el Paseo de las Rosas, el boulevard de San Vicente o la Plaza de Santa Ana. Puedes seguir con el Camino de San Juan, calle del emperador Enrique, Puerta del Baraka, Paseo del Fraile etc. etc. Las calles tendrían más variedad y colorido y harían justicia a gente insgne e importante. Claro que siempre faltaría una, la más importante, la mía. Y que conste que ya, con los años, ha disminuido mi dosis de ego y no tengo tanto afán de protagonismo. Por no decirte que harías una obra de justicia porque el nombre de Alejandro está subiendo muchos enteros en Blacos y no precisamente por la prestancia de este tipo engominado. Con esa decisión puedes quedar bien con algunas de las familias de más abolengo del pueblo y asegurarte un porrón de votos para la reelección. Te lo explico alcalde. Si le pones a una calle el nombre de Alejandro, valoras en su justa medida a un novelista incipiente que si te descuidas le dedican un paseo en Alcalá al lado del de Miguel de Cervantes, que es cosa seria, y tú te quedas en ridículo. De paso reconoces a la familia de las Luisas, le haces un guiño a Milagros, la de la Bene, y quedas como un general con tu primo Ramón. No me digas que ahora no soy modesto eh? Y debes reconocer que te he dado argumentos más que suficientes y más importantes que los que ha contraído la cigüeña para que le dediquen el paseo del Milanos, aunque es verdad que ella no tiene placa.
Pero por si acaso no lo ves claro, le puedes poner el nombre en inglés, que pasa más desapercibido y le da a Blacos un lustre intercultural y cosmopolita. Imagínatelo, a la derecha del ayuntamiento una placa de bronce, de 50 X 50, en la que ponga, ALEJANDRO´S STREET. Casi nada eh. Ahí lo dejo, tú verás lo que haces.
Y viví esclavo de esta obsesión muchos años. Y de repente se me presentó la ocasión. Era el verano del 82 y entonces era alcalde Federico. Amigo de mi familia de toda la vida, honesto y honrado a carta cabal, y además una persona inteligente y justa. Entonces, ese verano había que arreglar las calles de Blacos, y mi madre, la teniente O´Neill, sin contar conmigo, decidió que a mis 24 años ya era hora de que doblara el espinazo. Yo con mucha alegría y alborozo acepté el trabajo. Y le dije a Federico que no hacía falta que me pagara con dinero, que era suficiente con que pusiera mi nombre a una calle. Me miro como si se tratara de una aparición y me dijo, con ese humor socarrón que derrocha algunas veces, que mejor me pagaba algo, algo de dinero, porque en Blacos hacía siglos que la gente se sabía el nombre de las calles de memoria y que no hacía falta poner placas. Joé que mala suerte. Otro montón de años con desvelos, envidias y fobias. Mi fama y mi inteligencia ya eran tan grandes como mi deseo de figurar y dar la nota, pero no había forma. Hasta que llegó el actual alcalde, y decidió que había que poner nombre a las calles. Me dije ¡esta es la mía! Empecé a hacerle la pelota como si quisiera ser concejal de urbanismo. En las cenas de agosto me sentaba a su lado y le decía que era el mejor alcalde que había conocido, me arrastraba alabando sus virtudes, e incluso hubo un momento en el que estaba dispuesto a comprarle una bici a cambio de ese testaferro que tiene.
No hubo forma. Y mi humillación fue mucho mayor cuando descubrí los nombres que iban a aparecer en las placas. Que falta de imaginación, qué poca seriedad, que poco trabajo de investigación. Desde ese mismo momento empecé a pensar y a decirle a todo el que me quería oír que no era el mejor alcalde de Blacos ni de coña, aunque no se lo dije a él porque siempre hay que guardarse un as en la manga. ¿Cómo pueden poner a una calle El Puente y a otra Traslapuente? O ponerle a una calle Bajera, sólo porque está en la parte de abajo del pueblo. O llamarla Calle del Río porque es la más cercana al Milanos. Esto es insoportable. Y además rompió su palabra, y mi desesperación casi llegó al odio cuando ví como a una calle le llamaba Palomar. ¡Qué casualidad, una calle con el apellido de su primo Paco! O cuando puso a otra Calle Las Damas, que él no lo reconocerá nunca, pero le puso este nombre porque toda su familia son mujeres., y se refería a ellas, a las damas. ¿A quien pretende engañar? Aquí se ve a la legua el nepotismo, que significa enchufar a los familiares. Claro que si tuvieras un poco más de imaginación le podías haber puesto a una calle Juan Carlos, y unos podía pensar que estaba dedicada al Rey y otros a tu primo. Y lo mismo podía pasar si a una le pones el nombre de María Victoria. Unos creerían que estaba dedicada a una reina y otros a la hija del Federico. Y así podíamos seguir con, Calle Dolores, Avenida de San Miguel, el Paseo de las Rosas, el boulevard de San Vicente o la Plaza de Santa Ana. Puedes seguir con el Camino de San Juan, calle del emperador Enrique, Puerta del Baraka, Paseo del Fraile etc. etc. Las calles tendrían más variedad y colorido y harían justicia a gente insgne e importante. Claro que siempre faltaría una, la más importante, la mía. Y que conste que ya, con los años, ha disminuido mi dosis de ego y no tengo tanto afán de protagonismo. Por no decirte que harías una obra de justicia porque el nombre de Alejandro está subiendo muchos enteros en Blacos y no precisamente por la prestancia de este tipo engominado. Con esa decisión puedes quedar bien con algunas de las familias de más abolengo del pueblo y asegurarte un porrón de votos para la reelección. Te lo explico alcalde. Si le pones a una calle el nombre de Alejandro, valoras en su justa medida a un novelista incipiente que si te descuidas le dedican un paseo en Alcalá al lado del de Miguel de Cervantes, que es cosa seria, y tú te quedas en ridículo. De paso reconoces a la familia de las Luisas, le haces un guiño a Milagros, la de la Bene, y quedas como un general con tu primo Ramón. No me digas que ahora no soy modesto eh? Y debes reconocer que te he dado argumentos más que suficientes y más importantes que los que ha contraído la cigüeña para que le dediquen el paseo del Milanos, aunque es verdad que ella no tiene placa.
Pero por si acaso no lo ves claro, le puedes poner el nombre en inglés, que pasa más desapercibido y le da a Blacos un lustre intercultural y cosmopolita. Imagínatelo, a la derecha del ayuntamiento una placa de bronce, de 50 X 50, en la que ponga, ALEJANDRO´S STREET. Casi nada eh. Ahí lo dejo, tú verás lo que haces.