Bonito texto el de abajo, además de breve, como gusta a nuestros lectores. Lástima que otros no seamos capaces de condensar en la brevedad tanto buen sentimiento. Pero al hilo de esa rosa romántica, a mí se me vienen a la cabeza otras frases sobre la rosa que no son mías. Dice: “Quise cortar la flor más tierna del rosal, pensando que de amor no me iba a pinchar, y mientras me pinchaba me enseñó una cosa, que una rosa es una rosa. Y cuando abrí la mano y la dejé caer rompieron a sangrar las llagas de mi piel, y con sus pétalos me la curó mimosa” (Mecano). Más allá de una letra de canción bien construida se puede entender toda una filosofía sobre la amistad. ¿Y por qué digo esto?. Por algo muy simple. Esta página a veces despierta indignaciones o preocupaciones más allá de las habituales. Pero también provoca reacciones de amistad que podían estar escondidas. El otro día una amiga de Blacos me dijo que estaba orgullosa de que la considerada eso, una amiga. Y esto, que en un principio me halagó, después me hizo pensar y preguntarme, ¿A ver si a veces no soy capaz de transmitir mi amistad a personas que siempre he considerado amigas? Parece fácil, pero si lo piensas en serio no lo es tanto, porque a veces vivimos mezclados entre sobreentendidos, y damos por hecho cosas muy claras pero que puede que no estén tan claras. Y entonces descubres que la amistad se puede vestir de muchas formas y con muchos colores.
La amistad puede entenderse como un paseo por una playa desierta. Vas caminando y si vuelves la vista atrás, sobre la arena quedan marcadas las huellas, dibujan un camino por el que puedes regresar sin miedo a perderte. Pero ese movimiento que parece una mera rutina, exige ciertas precauciones. Si decides andar muy cerca de las olas es probable que al volver la vista atrás esas huellas hayan sido arrastradas por el agua. Y de repente te encuentres aturdido por la soledad y al mirar al frente descubras también que esas huellas se las han llevado las olas y ahora naufragan muy lejos de la costa. Hay que cuidar el camino y también vigilar los peligros que rodean a ese camino. Si el mar está picado, hay que andar más lejos de la playa, si el mar está en calma te puedes acercar al principio de las olas. Y a veces, hay que saber que no se puede caminar por la playa, porque hay resaca, y te puede arrastrar. Las huellas frescas son ese amigo que está siempre a tu lado, sólo tienes que mirar atrás y ver como sigue tu estela, compañero y vigilante por si lo necesitas. Pero si no lo necesitas también está ahí detrás, mudo y expectante, sin molestar, sin dejarse notar, ajeno a tu caminar decidido. A veces te susurra al oído que cambies de camino, que el mar amenaza tu paseo, que las olas llegan amenazadoras, que en alta mar se pierde la orientación y que no hay barcas para socorrerte.
Y al final del paseo, entre las piedras del puerto puedes encontrar un rosal amigo como el del molino. Al coger una rosa, sedosa al tacto, frágil de aspecto y dura en su tallo, es muy probable que te pinches y brote la sangre entre tus dedos. Pero nadie ha dicho que la amistad sea fácil conseguirla.., y mucho menos mantenerla.
La amistad puede entenderse como un paseo por una playa desierta. Vas caminando y si vuelves la vista atrás, sobre la arena quedan marcadas las huellas, dibujan un camino por el que puedes regresar sin miedo a perderte. Pero ese movimiento que parece una mera rutina, exige ciertas precauciones. Si decides andar muy cerca de las olas es probable que al volver la vista atrás esas huellas hayan sido arrastradas por el agua. Y de repente te encuentres aturdido por la soledad y al mirar al frente descubras también que esas huellas se las han llevado las olas y ahora naufragan muy lejos de la costa. Hay que cuidar el camino y también vigilar los peligros que rodean a ese camino. Si el mar está picado, hay que andar más lejos de la playa, si el mar está en calma te puedes acercar al principio de las olas. Y a veces, hay que saber que no se puede caminar por la playa, porque hay resaca, y te puede arrastrar. Las huellas frescas son ese amigo que está siempre a tu lado, sólo tienes que mirar atrás y ver como sigue tu estela, compañero y vigilante por si lo necesitas. Pero si no lo necesitas también está ahí detrás, mudo y expectante, sin molestar, sin dejarse notar, ajeno a tu caminar decidido. A veces te susurra al oído que cambies de camino, que el mar amenaza tu paseo, que las olas llegan amenazadoras, que en alta mar se pierde la orientación y que no hay barcas para socorrerte.
Y al final del paseo, entre las piedras del puerto puedes encontrar un rosal amigo como el del molino. Al coger una rosa, sedosa al tacto, frágil de aspecto y dura en su tallo, es muy probable que te pinches y brote la sangre entre tus dedos. Pero nadie ha dicho que la amistad sea fácil conseguirla.., y mucho menos mantenerla.