No, no es cierto, en Blacos no hay ninguna guerra, por mucho que personajes anonimos se empeñen en decir que si la hay, y de paso incitar a ella. En Blacos, como en otros muchos sitios, hay relaciones mejores y peores, relaciones personales, pero no esos odios y guerras que el autodenominado Pepito Grillo quiere hacernos creer.
Yo, personalmente, tengo mejores relaciones con unas personas que con otras, como casi todo el mundo, pero no odio a nadie, a nadie de mi pueblo por lo menos, ni mantengo ninguna guerra abierta con nadie, o al menos eso creo.
En cuanto al numero de candidaturas, mi opinion es que es fenomenal que haya cuantas mas opciones mejor y que cada cual decida a quien votar. Recuerdo que no hace mucho tiempo era dificil encontrar un candidato. Esta situacion me parece mejor. Y por supuesto, no todos los candidatos, o quizas ninguno, tienen por que tener intenciones oscuras.
De acuerdo con Lola en que para que el pueblo tire para delante, que supongo es lo que queremos todos, es necesaria la union. Sumar y no restar.
Alejandro no dejes de escribir. Y lo digo por los dos.
Yo, personalmente, tengo mejores relaciones con unas personas que con otras, como casi todo el mundo, pero no odio a nadie, a nadie de mi pueblo por lo menos, ni mantengo ninguna guerra abierta con nadie, o al menos eso creo.
En cuanto al numero de candidaturas, mi opinion es que es fenomenal que haya cuantas mas opciones mejor y que cada cual decida a quien votar. Recuerdo que no hace mucho tiempo era dificil encontrar un candidato. Esta situacion me parece mejor. Y por supuesto, no todos los candidatos, o quizas ninguno, tienen por que tener intenciones oscuras.
De acuerdo con Lola en que para que el pueblo tire para delante, que supongo es lo que queremos todos, es necesaria la union. Sumar y no restar.
Alejandro no dejes de escribir. Y lo digo por los dos.
Lo ideal sería hacerlo siempre, pero a veces de los asuntos más negativos se pueden sacar aspectos positivos. Y este es uno de ellos. Ha sido necesario que alguien toque una fibra dormida para que salten resortes que parecían oxidados. Y de repente nos encontramos con que es ponerse a hablar de las relaciones de Blacos y sus gentes para que aparezcan nuevas firmas en esta página y acaben dando una alegría a los pocos náufragos que deambulamos por esta isla desierta. Eso está bien, aunque no pueda parecer tan bien el origen que lo provoca. Yo he dicho muchas veces que no me gusta hablar del presente y mucho menos ponerle nombres y apellidos porque acabas entrando en una dinámica de descalificaciones que a mí me pilla ya muy mayor. Por eso prefiero hablar de mis recuerdos porque son míos y yo los administro de la manera que quiero. Y en esos recuerdos evito siempre que puedo hablar de personas concretas. Cuando hablas de unas puedes ofenderlas o puedes ofender a las que no hablas porque se sienten discriminadas. Así que lo mejor es limitarme a acercarme a la lumbre y tirar de nostalgia que es un medio inofensivo y además maleable como la plastilina de los recuerdos.
Pero antes voy a hacer una última incursión en el tema que nos ocupa y que ha despertado respuestas e indignaciones y seguro que muchas cosas más que yo desconozco. Y en primer lugar observo que el primer punto de controversia está en el autor de la carta que ha incidido en el tema, un autor anónimo. No sé si él o ella lo sabe pero su propia sombra provoca ya un problema que habrá que saber parara. Y es que ante el desconocimiento de su nombre se empieza a pensar en quien puede ser y se atribuya su autoría a unos y a otros. Algo que puede desembocar en una discusión o en un enfrentamiento más grave que éste. O puede también que esa sea su intención, con lo que puede estar a punto de conseguir uno de sus objetivos desde el momento que se inicia esa labor detectivesca para tratar de descubrir quién es el tal Pepito Grillo.
Lo que también me parece claro es que de la carta se desprende que hay un conflicto, no sé a qué nivel, no sé de qué intensidad y no sé quiénes son sus protagonistas. Pero parecerlo lo parece. O al menos para alguien de Blacos hay un conflicto en las relaciones entre la gente de Blacos. No creo yo que sea un conflicto funcional, que es el que resulta positivo para el grupo. Más bien se antoja un conflicto de intereses, aunque yo no me atrevería decir de qué intereses se trata. Y es más un conflicto de individualidades que un conflicto colecctivo. Entre otras cosas porque hay mucha gente de Blacos ajenos a ese posible conflicto, tanto de manera consciente como por ignorancia.
Y si hay un conflicto, también hay un manual de resolución. Y para ello es fundamental la empatía, es decir ponerse en el lugar del otro para tratar de entender su punto de vista. Esto exige una importante dosis de flexibilidad y mucha más sugerencia que exigencia. Aquí hay que entender que todos fallamos y que no podemos pensar siempre que nuestra postura es la justa y la del contrario no lo es.
Pero para llegar a este punto hay que huir de la obcecación absoluta, de esa enfermedad tan humana que se suele alimentar de la maldad, del odio y del empeño de hacer daño al prójimo como venganza por no poder satisfacer nuestras necesidades o caprichos. Ese prójimo casi siempre es ajeno al conflicto y absolutamente inocente de los términos de la disputa. Hay personas que hacen un enorme esfuerzo por caer bien a los demás, pero también hay otras que tienen como DNI ser antipáticas y despectivas con el prójimo. Y entonces entiende que todas sus acciones están justificadas para resarcirse del daño que a él le provocan.
Y todo esto sólo se cura con un ejercicio de humildad y de solidaridad, que no es otra cosa que buscar un punto intermedio en la solución. Una solución que puede que no satisfaga a todos, pero una solución que no beneficie a unos sobre otros.
Otra forma de solucionar el conflicto es la aceptación del otro. Pero no se puede aceptar todo porque entonces se hace entreguismo. El conflicto no desaparece, se disfraza de generosidad hasta el capítulo siguiente.
Y además todo esto no exige unas excelentes relaciones ni un capítulo de amistad. Exige madurez, objetivos comunes, deseos compartidos, altura de miras y sobre todo saber diferenciar lo particular de lo general.
Visto así puede parecer una lección magistral de alguien que no debe ni tiene porque hacerlo. Nada más lejos de la realidad. Son sólo algunas reflexiones en voz alta de alguien que pasa muchas horas de su vida gestionando conflictos. Incluso tengo un manual por si le interesa a alguien leerlo.
Pero antes voy a hacer una última incursión en el tema que nos ocupa y que ha despertado respuestas e indignaciones y seguro que muchas cosas más que yo desconozco. Y en primer lugar observo que el primer punto de controversia está en el autor de la carta que ha incidido en el tema, un autor anónimo. No sé si él o ella lo sabe pero su propia sombra provoca ya un problema que habrá que saber parara. Y es que ante el desconocimiento de su nombre se empieza a pensar en quien puede ser y se atribuya su autoría a unos y a otros. Algo que puede desembocar en una discusión o en un enfrentamiento más grave que éste. O puede también que esa sea su intención, con lo que puede estar a punto de conseguir uno de sus objetivos desde el momento que se inicia esa labor detectivesca para tratar de descubrir quién es el tal Pepito Grillo.
Lo que también me parece claro es que de la carta se desprende que hay un conflicto, no sé a qué nivel, no sé de qué intensidad y no sé quiénes son sus protagonistas. Pero parecerlo lo parece. O al menos para alguien de Blacos hay un conflicto en las relaciones entre la gente de Blacos. No creo yo que sea un conflicto funcional, que es el que resulta positivo para el grupo. Más bien se antoja un conflicto de intereses, aunque yo no me atrevería decir de qué intereses se trata. Y es más un conflicto de individualidades que un conflicto colecctivo. Entre otras cosas porque hay mucha gente de Blacos ajenos a ese posible conflicto, tanto de manera consciente como por ignorancia.
Y si hay un conflicto, también hay un manual de resolución. Y para ello es fundamental la empatía, es decir ponerse en el lugar del otro para tratar de entender su punto de vista. Esto exige una importante dosis de flexibilidad y mucha más sugerencia que exigencia. Aquí hay que entender que todos fallamos y que no podemos pensar siempre que nuestra postura es la justa y la del contrario no lo es.
Pero para llegar a este punto hay que huir de la obcecación absoluta, de esa enfermedad tan humana que se suele alimentar de la maldad, del odio y del empeño de hacer daño al prójimo como venganza por no poder satisfacer nuestras necesidades o caprichos. Ese prójimo casi siempre es ajeno al conflicto y absolutamente inocente de los términos de la disputa. Hay personas que hacen un enorme esfuerzo por caer bien a los demás, pero también hay otras que tienen como DNI ser antipáticas y despectivas con el prójimo. Y entonces entiende que todas sus acciones están justificadas para resarcirse del daño que a él le provocan.
Y todo esto sólo se cura con un ejercicio de humildad y de solidaridad, que no es otra cosa que buscar un punto intermedio en la solución. Una solución que puede que no satisfaga a todos, pero una solución que no beneficie a unos sobre otros.
Otra forma de solucionar el conflicto es la aceptación del otro. Pero no se puede aceptar todo porque entonces se hace entreguismo. El conflicto no desaparece, se disfraza de generosidad hasta el capítulo siguiente.
Y además todo esto no exige unas excelentes relaciones ni un capítulo de amistad. Exige madurez, objetivos comunes, deseos compartidos, altura de miras y sobre todo saber diferenciar lo particular de lo general.
Visto así puede parecer una lección magistral de alguien que no debe ni tiene porque hacerlo. Nada más lejos de la realidad. Son sólo algunas reflexiones en voz alta de alguien que pasa muchas horas de su vida gestionando conflictos. Incluso tengo un manual por si le interesa a alguien leerlo.