FIESTAS BLANCAS
Estos de la Organización Mundial de la Salud nos han creado un gran problema con decir que las carnes rojas incrementan el riesgo de padecer cáncer. ¿Qué hacemos ahora? Como se puede ver en la foto, tenemos el jamón casi recién empezado y esto nos crea enormes dudas, ¿Qué hacemos? ¿Lo tiramos? ¿Nos lo comemos? ¿Intentamos devolverlo aunque le falte ya una buena parte del lomo? ¿Se lo enviamos a la OMS y pedimos una compensación por daños y perjuicios? ¿Lo llevamos al híper y les decimos que nos lo cambien por latas de sardinas? La verdad, nos movemos en un mar de dudas y además a todos nos remuerde la conciencia por los jamones que nos hemos comido antes y las consecuencias que ello puede tener para nuestra salud. Como digo, esto nos crea un gran problema y altera totalmente nuestros planes. Teníamos previsto reunirnos próximamente para hablar de las fiestas del año que viene, de las que somos comisión. Ahora tendremos que variar el orden del día y tratar como asunto prioritario el jamón. Decidir qué hacemos con él y como lo comunicamos para que en la OMS no tengan dudas de nuestros buenos propósitos. Probablemente convoquemos una rueda de prensa o hagamos público un comunicado oficial en el que detallemos todo el calendario de actuaciones. Y también es muy posible que reivindiquemos el derecho a decidir por encima de presiones centralistas e inquisitoriales de los mandamás de la Organización Mundial de la Salud. Con esto del derecho a decidir estoy seguro de que el resultado de esa reunión será el de comernos el jamón mientras hablamos, sin temor a las consecuencias. Declaramos unilateralmente nuestra desobediencia pacífica a cualquier mandato superior y no reconoceremos ni las denuncias ni a los organismos que nos las impongan por haber desobedecido una recomendación oficial de un organismo de competencia supranacional. También podemos comernos el jamón, seguro que lo hacemos, y darle el hueso al gato del Eduardo, que seguro que se lo lleva a casa para roerlo. Entonces llamamos a los investigadores para que lo pillen con las manos en la masa y le caiga el puro al Silas. Seguro que se enfadará con nosotros, pero que más nos da si ya no necesitamos cortador de jamón, porque es malo para la salud, el jamón no el Eduardo. Y lo mismo podemos hacer con Enrique nuestro asador oficial. Si ya no podemos comer carne nos sobran las parrillas y los parrilleros, así que a otro que le pueden ir dando.
Bien, parece que el problema está solucionado, pero no. Si os fijáis con un poco de detenimiento en la foto veréis que Sixto tiene la cara roja como un tomate. Esto en esencia es carne roja. Vale, ya tenemos otro problema. ¿Qué hacemos? Evidentemente no nos lo vamos a comer, hasta ahí no llegamos, simplemente porque nuestra hambre no nos lo ha exigido, que si no. Pero si no queremos ni tener contacto con la carne roja, nos quedan pocas opciones. Lo podemos echar de la peña, pero no estaría bien ya que es el presidente de la Asociación de Veteranos, y un fijo en las partidas de guiñote, que se tendrían que sorprender entre las lágrimas de Mari Cruz, la reina de las cuarenta y princesa de las diez de últimas. Creo que la única opción es obligarle a Sixto a que cada vez que quiera entrar en la peña se ponga un traje de astronauta que nos evite cualquier contacto con su carne roja. Otra opción es comprarle unas cajas de Nivea y embadurnarlo, pero el Sixto es un hombre recio y no un moñas como mi primo.
Pero a todo se le puede buscar el lado bueno. Como os decía este año organizamos las fiestas. Teníamos previsto regalar a los ganadores de cada concurso un jamón pata negra, que estarán tirados de precio después del informe de la OMS. Pero no lo vamos a hacer porque nuestra conciencia humanitaria nos impide dañar la salud de nuestros convecinos, amigos e invitados. Yo creo que lo mejor es regalar unos botes de atún a los primeros clasificados, un bote de aceitunas con sabor a anchoa a los segundos, y un juego de calcetines o medias a los terceros. Así cumplimos con el mandato de la OMS y nos ahorramos una pasta. Evidentemente en las dianas no habrá panceta ni chistorra. Para los fenómenos que la aguantan hemos pensado comprar unos sandwish vegetales y unas rosquillas de la abuela, todo regado con agua del Santo. La comida popular será a base de espinacas, espárragos rellenos de lechugas y una zanahoria de postre. En la cena, un caldo de parturienta bañado en huesos de gallina blanca, unos huevos revueltos con berenjena y palillos. Tampoco pondremos cortezas de cerdo en el vermout, y en su lugar se podrán saborear taquitos de tomate de la huerta de Luis, que son muy apreciados. Creo que vamos a acabar ahorrando un dineral y no sólo porque todos estos productos son más baratos que el jabugo, sino porque me da a mí que se va a reducir considerablemente el número de comensales. Tampoco haremos, como teníamos previsto, una queimada a manos del maestro Enrique, el de Elena. El chaval pone mucho interés, pero entre el calor del anís cuando se quema, el calor de agosto en Blacos, y los nervios, se pone rojo a rabiar, y ya estamos en las mismas que con Sixto.
Evidentemente la Comisión no hará ningún esfuerzo ni ninguna actividad cuyo ejercicio suponga un cambio en el color de sus carnes. Nos limitaremos a tumbarnos a la sombra y esperar. Únicamente organizaremos alguna marcha suave por la noche, o de madrugada, cuando el fresco nos impida sofocos y sudoraciones excesivas. También queremos avisar a los participantes de lo mismo. No aceptaremos a nadie con golpes de calor, quemazones por el sol, o coloreados por sobre-esfuerzos o por el pimple en la barra del bar. Cada hora pasaremos un control dirigido por nuestra Doctora Cabrerizo y expulsaremos a todos que incumplan la norma, os aviso. Y no nos vamos a poner colorados por tomar decisiones duras e incomprendidas por la parroquia. Y hablando de parroquia, avisaremos al cura para que cuide el color de su carne, y también el de su casulla. Si se pone una roja boicotearemos su homilía, y sólo mandaremos a los de siempre para que lleven pendón, bandera y estandarte. En el mismo sentido, las mujeres deberán abstenerse de llevar prenda alguna de color rojo y de “quemarse”, con las andas de la Virgen de Valverde. El único rojo que se admitirá será el del pendón de Castilla, que es morado, y el de la calva de mi primo, porque ese rojo es color natural y no provocado por actividad alguna.
Es decir serán unas fiestas blancas, organizadas con el mínimo esfuerzo y en la que en absoluto vamos a poner toda la carne en el asador. Así que ya os podéis ir olvidando de esa frase de, ¡“me voy a poner morado” ¡De eso nada. En todo caso se podrá decir esa otra de ¡“me he puesto las botas” ¡Os queríamos avisar para que no haya sorpresas. Está claro que esto no influye en vuestras aportaciones. Aquí no importa el color y aceptaremos billetes rojos o morados con la misma tranquilidad que aceptaremos cheques de cualquier color o tarjetas de créditos, sean rojas, moradas o azules. La culpa será siempre de la OMS.
Estos de la Organización Mundial de la Salud nos han creado un gran problema con decir que las carnes rojas incrementan el riesgo de padecer cáncer. ¿Qué hacemos ahora? Como se puede ver en la foto, tenemos el jamón casi recién empezado y esto nos crea enormes dudas, ¿Qué hacemos? ¿Lo tiramos? ¿Nos lo comemos? ¿Intentamos devolverlo aunque le falte ya una buena parte del lomo? ¿Se lo enviamos a la OMS y pedimos una compensación por daños y perjuicios? ¿Lo llevamos al híper y les decimos que nos lo cambien por latas de sardinas? La verdad, nos movemos en un mar de dudas y además a todos nos remuerde la conciencia por los jamones que nos hemos comido antes y las consecuencias que ello puede tener para nuestra salud. Como digo, esto nos crea un gran problema y altera totalmente nuestros planes. Teníamos previsto reunirnos próximamente para hablar de las fiestas del año que viene, de las que somos comisión. Ahora tendremos que variar el orden del día y tratar como asunto prioritario el jamón. Decidir qué hacemos con él y como lo comunicamos para que en la OMS no tengan dudas de nuestros buenos propósitos. Probablemente convoquemos una rueda de prensa o hagamos público un comunicado oficial en el que detallemos todo el calendario de actuaciones. Y también es muy posible que reivindiquemos el derecho a decidir por encima de presiones centralistas e inquisitoriales de los mandamás de la Organización Mundial de la Salud. Con esto del derecho a decidir estoy seguro de que el resultado de esa reunión será el de comernos el jamón mientras hablamos, sin temor a las consecuencias. Declaramos unilateralmente nuestra desobediencia pacífica a cualquier mandato superior y no reconoceremos ni las denuncias ni a los organismos que nos las impongan por haber desobedecido una recomendación oficial de un organismo de competencia supranacional. También podemos comernos el jamón, seguro que lo hacemos, y darle el hueso al gato del Eduardo, que seguro que se lo lleva a casa para roerlo. Entonces llamamos a los investigadores para que lo pillen con las manos en la masa y le caiga el puro al Silas. Seguro que se enfadará con nosotros, pero que más nos da si ya no necesitamos cortador de jamón, porque es malo para la salud, el jamón no el Eduardo. Y lo mismo podemos hacer con Enrique nuestro asador oficial. Si ya no podemos comer carne nos sobran las parrillas y los parrilleros, así que a otro que le pueden ir dando.
Bien, parece que el problema está solucionado, pero no. Si os fijáis con un poco de detenimiento en la foto veréis que Sixto tiene la cara roja como un tomate. Esto en esencia es carne roja. Vale, ya tenemos otro problema. ¿Qué hacemos? Evidentemente no nos lo vamos a comer, hasta ahí no llegamos, simplemente porque nuestra hambre no nos lo ha exigido, que si no. Pero si no queremos ni tener contacto con la carne roja, nos quedan pocas opciones. Lo podemos echar de la peña, pero no estaría bien ya que es el presidente de la Asociación de Veteranos, y un fijo en las partidas de guiñote, que se tendrían que sorprender entre las lágrimas de Mari Cruz, la reina de las cuarenta y princesa de las diez de últimas. Creo que la única opción es obligarle a Sixto a que cada vez que quiera entrar en la peña se ponga un traje de astronauta que nos evite cualquier contacto con su carne roja. Otra opción es comprarle unas cajas de Nivea y embadurnarlo, pero el Sixto es un hombre recio y no un moñas como mi primo.
Pero a todo se le puede buscar el lado bueno. Como os decía este año organizamos las fiestas. Teníamos previsto regalar a los ganadores de cada concurso un jamón pata negra, que estarán tirados de precio después del informe de la OMS. Pero no lo vamos a hacer porque nuestra conciencia humanitaria nos impide dañar la salud de nuestros convecinos, amigos e invitados. Yo creo que lo mejor es regalar unos botes de atún a los primeros clasificados, un bote de aceitunas con sabor a anchoa a los segundos, y un juego de calcetines o medias a los terceros. Así cumplimos con el mandato de la OMS y nos ahorramos una pasta. Evidentemente en las dianas no habrá panceta ni chistorra. Para los fenómenos que la aguantan hemos pensado comprar unos sandwish vegetales y unas rosquillas de la abuela, todo regado con agua del Santo. La comida popular será a base de espinacas, espárragos rellenos de lechugas y una zanahoria de postre. En la cena, un caldo de parturienta bañado en huesos de gallina blanca, unos huevos revueltos con berenjena y palillos. Tampoco pondremos cortezas de cerdo en el vermout, y en su lugar se podrán saborear taquitos de tomate de la huerta de Luis, que son muy apreciados. Creo que vamos a acabar ahorrando un dineral y no sólo porque todos estos productos son más baratos que el jabugo, sino porque me da a mí que se va a reducir considerablemente el número de comensales. Tampoco haremos, como teníamos previsto, una queimada a manos del maestro Enrique, el de Elena. El chaval pone mucho interés, pero entre el calor del anís cuando se quema, el calor de agosto en Blacos, y los nervios, se pone rojo a rabiar, y ya estamos en las mismas que con Sixto.
Evidentemente la Comisión no hará ningún esfuerzo ni ninguna actividad cuyo ejercicio suponga un cambio en el color de sus carnes. Nos limitaremos a tumbarnos a la sombra y esperar. Únicamente organizaremos alguna marcha suave por la noche, o de madrugada, cuando el fresco nos impida sofocos y sudoraciones excesivas. También queremos avisar a los participantes de lo mismo. No aceptaremos a nadie con golpes de calor, quemazones por el sol, o coloreados por sobre-esfuerzos o por el pimple en la barra del bar. Cada hora pasaremos un control dirigido por nuestra Doctora Cabrerizo y expulsaremos a todos que incumplan la norma, os aviso. Y no nos vamos a poner colorados por tomar decisiones duras e incomprendidas por la parroquia. Y hablando de parroquia, avisaremos al cura para que cuide el color de su carne, y también el de su casulla. Si se pone una roja boicotearemos su homilía, y sólo mandaremos a los de siempre para que lleven pendón, bandera y estandarte. En el mismo sentido, las mujeres deberán abstenerse de llevar prenda alguna de color rojo y de “quemarse”, con las andas de la Virgen de Valverde. El único rojo que se admitirá será el del pendón de Castilla, que es morado, y el de la calva de mi primo, porque ese rojo es color natural y no provocado por actividad alguna.
Es decir serán unas fiestas blancas, organizadas con el mínimo esfuerzo y en la que en absoluto vamos a poner toda la carne en el asador. Así que ya os podéis ir olvidando de esa frase de, ¡“me voy a poner morado” ¡De eso nada. En todo caso se podrá decir esa otra de ¡“me he puesto las botas” ¡Os queríamos avisar para que no haya sorpresas. Está claro que esto no influye en vuestras aportaciones. Aquí no importa el color y aceptaremos billetes rojos o morados con la misma tranquilidad que aceptaremos cheques de cualquier color o tarjetas de créditos, sean rojas, moradas o azules. La culpa será siempre de la OMS.