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BLACOS: Título: El olvido de la historia....

Título: El olvido de la historia.
Hacía ya algunos días que presentaban un bronceando intenso. El trigo de la Vega, la cebada de Valdefrancos o el centeno de Los Linares lucían con orgullo su melena dorada, curtida con los soles de mayo y fortalecida con algunas lluvias, casi siempre escasas de Abril. En el calendario aceleraba su llegada el día de Santiago y ya estaba todo listo para la cosecha, la etapa más esperada por los agricultores de Blacos, porque era el momento de recoger los esfuerzos de todo el año, un año duro, porque en aquellos años ser agricultor era examen intensivo de experiencia, paciencia y conocimiento. Y además una exigencia física que no estaba al alcance de todos. Y eso que la hoz y la zoqueta ya llevaban un tiempo colgadas en el rincón de los recuerdos de la casa de cada uno. Blacos en los albores de los 60 se empezó a asomar tímidamente a una revolución industrial tardía, lenta y discriminada por un régimen enemigo del progreso y de la decencia laboral. De una manera importante contribuyó a ello la concentración parcelaria. Provocó muchos disgustos y algún que otro enfrentamiento, pero pronto demostró que era imprescindible. Las parcelas pequeñas, de estar en casa, y diseminadas, dieron lugar a otras de mayores extensiones en las que ya era posible que maniobrara la maquinaria que iba llegando a cuentagotas. Después de los tractores, los arados, los remolques, las segadoras... llegaron las cosechadoras, una máquina que iba a cambiar todos los esquemas agrícolas arcaicos, de mucho esfuerzo, y también iba a modificar en cada uno la forma de mantener las explotaciones agrícolas. En unos años se pasó de peinar las fincas con la segadora, atar los haces, transportarlos a las eras, trillarlos, aventarlos, recogerlos y llevarlos al granero, a utilizar una máquina que depositaba ya el grano limpio de polvo y paja en un remolque que lo podía transportar directamente al Silo del Burgo y venderlo. O también se podía hacer otra cosa. Al aumentar la superficie de siembra, crecían los kilos de grano y algunos en lugar de venderlos preferían guardarlos a la espera de que los precios fueran mejores. Y así comenzaron a nacer las naves, esa especie de grandes almacenes de grano a los que peregrinaban los tractores llenos y después lo cargaban los camiones que los transportaban al comprador. Yo soy incapaz de recordar quien hizo la primera nave de Blacos, pero desde aquellos años he conocido unas cuantas. Fue un paso vital para acortar diferencias de aquellos que decidieron quedarse en el pueblo y apostar por la agricultura. Y digo lo de acortar distancias, porque algunos obligados por la necesidad abandonamos el pueblo con mucho dolor y sin ningún afán de revancha. No todos lo entendieron de esa manera y cualquier regreso que no estuviera envuelta en una victoria producía la sensación amarga de la derrota, y en el peor de los casos del rencor. Y olvidar esto no ayuda a crecer a un pueblo que desde entonces ha superado numerosas tallas. Y ahí comenzó a germinar una larva de la discordia que se mantiene viva todavía aunque en más de una ocasión se le haya dado por muerta. Y el mejor ejemplo de lo que digo son algunas de las frases que hemos encontrado en esta página, sobre todo en los últimos tiempos. El empeño de diferenciar entre ser, estar o venir es para algunos cuestión de honor y otros lo convierten en una acusación de deshonor, en una maniobra de discriminación o simplemente en una manera tan pueril de intentar hacer daño que daría risa si el personaje en cuestión tuviera algún sentido del humor. Por un lado estaban los que se sentían obligados a demostrar que la vida les sonreía en cuanto cogían la primera curva del Murallón. Y por el otro los que esperaban con el cuchillo entre los dientes la llegada de esos "señoritos de ciudad ", que ataban los perros con longaniza, tenían una nómina multimillonaria, y ocupaban despachos repujados de cuero en un edificio con siete secretarias para ellos solos. En realidad no dejaba de ser un enfrentamiento de complejos. Los que sufrían el síndrome de superioridad porque habían estado en el Corte Inglés y los que se sentían menospreciados porque tenían que comprarle los pantalones al del Royo. El tiempo fue atemperando los espíritus, las mentiras cien veces repetidas no se convirtieron en verdad, y los expedidores del RH de Blacos se quedaron anclados en la habitación del olvido, sin darse cuenta de que era necesario abrir las ventanas para ventilar los olores, pero que era igual de importante o más abrir los ojos para ver que había vida más allá de Las Calzadas. Podía parecer el final de un error, pero que va, quedaba mucho por delante. Y es que unos años más tarde esos agricultores a los que algunos miraban por encima del hombro, empezaron a tener el hombro mucho más alto, la mentalidad mucho más ancha y la cuenta corriente mucho más gorda, y se cambiaron los papeles. Su vida no envidiaba en absoluto a la de los demás. Y entonces los que antes se indignaban eran los que pasaban factura, y se cambiaban los reproches. Parecía que la única forma de ser de Blacos era vivir allí, ser vecino de allí y comprar el RH que se le intentaba vender sin posibilidad de acordar el precio. Era simplemente el refrán " Donde las dan las toman". Todo este proceso en realidad no es más que la evolución de la propia vida y no somos sus inventores, aunque no estaría mal que diéramos los pasos necesarios para ser los más rápidos en extinguir la epidemia. Porque lo peor de todo no es que existieran estos comportamientos, sino que se utilizaban y se utilizan de forma indiscriminada y generalizada. Y no quiero poner ejemplos más radicales, ni quiero citar a nadie. Por eso voy a utilizar mis propias experiencias, las de una persona que no creo que haya presumido en mi vida de nada, al menos de manera consciente. Bueno sí, presumo de algo. Que algunos de mis mejores amigos actuales los conocí en mis 9 años de vida en Blacos y todavía los conservo. Primer ejemplo: Siempre que llegaba al pueblo, la misma persona que al contrario que yo no había nacido en Blacos, me decía como una letanía " hombre ya ha venido el navarro". Las cien primeras veces no molesta, pero cuando llega a trescientas, la verdad es que un poco sí. Segundo ejemplo: íbamos a jugar un partido de pelota en el frontón y había que hacer las dos parejas. Tres de nosotros habíamos nacido en Blacos, sólo uno de ellos vivía siempre en el pueblo, el otro vivía en Madrid y yo en Pamplona. El cuarto no era de Blacos. Y entonces el que vivía en Madrid se me queda mirando y dice " Jugamos los del pueblo contra los de fuera". Evidentemente daba por hecho que el de fuera era yo, nacido en Blacos un 11 de enero en mi casa de la Plaza. No debían ser méritos suficientes para que uno de mi edad me considerara del pueblo. Fue una época poco agradable, por decirlo de una forma diplomática. ¿Y entonces? ¿No hemos aprendido nada? ¿Estamos dispuestos a cometer los mismos errores? Sabéis que hay un refrán que dice que " Si olvidamos la historia, estamos condenados a repetirla". Nos encontramos en esa fase. Sólo así puedo entender que alguien que debe ser un diplomado en alcurnia de Blacos se haya hecho con mi email y me envíe mensajitos " llenos de cariño y ternura". Por supuesto anónimos, pero con un estilo con el que me llega el tufillo de algunos "fantasmas" que a veces se acercan a esta página a remover el árbol y esperar que caigan nueces, cuando en realidad es un ciruelo". Incluso se permite el lujo de hacerme sospechoso de contribuir a la división generacional del pueblo, de estar detrás de todas las críticas a algunos vecinos y autoridades de Blacos y no sé de cuantas cosas más. Me da la sensación de que es un fenómeno reaccionario y ultra, contrario a mantener la memoria, que permitiría una revisión de aquellos años en los que no supimos estar a la altura y quizás por eso nos miraban por encima del hombro. Tengo la sensación de que algunos se siente muy a gusto en ese ambiente de crispación, del insulto, el odio y la mezquindad y yo, al menos yo, no me voy a callar. Además su inteligencia es muy escasa, porque el email que ha conseguido está publicado en una web. Por cierto, que no lo pienso cambiar., por si quieres seguir intercambiando " cartas de amor". Además, me da la sensación de que te he respondido en el lugar adecuado, porque esta página es un lugar que sueles visitar a menudo, aunque sea con la ventaja que dan las sombras del anonimato.