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BLACOS: Título: La Comisión más rara de las Fiestas de Blacos...

Título: La Comisión más rara de las Fiestas de Blacos

Siempre tenían un ambiente especial, aunque el motivo fuese intrascendente. Eran las meriendas de agosto, pintadas con el fervor de la adolescencia, escondidas en las sombras de la vergüenza y envueltas en un pequeño halo de misterio que, a veces, parecía selectivo pero en realidad era de presencia voluntaria. Viajábamos poco pero lo suficiente para extender el mantel unas veces a la sombra del santo, otras al arrullo de la corriente mestiza de Entreambasaguas, otras en la ladera inclinada que abre la puerta de La Fuentona, otras detrás de la pared de la ermita, y otras menos un poco más arriba, al lado de una fuente que nace debajo de una roca que mira a los Prados y sirve de guía para acercarse a Las Calzadas. Nunca había un motivo concreto para elegir un lugar u otro. Y tampoco recuerdo que hubiera extensos debates para tomar una decisión. En aquellos años lo más extenso en nuestras vidas eran las meriendas casi cenas y antesala de veladas interminables. En esa especie de código no escrito, comenzó a tener personalidad propia la merienda de pinchos morunos a la vera del Refugio, y la de migas, con receta de la Tenientev O´Neill, detrás de la Virgen de Valverde. El resto era pura improvisación, como pura improvisación era casi todo lo que hacíamos en los veranos de aquellos años. Y aunque no lo parezca era una ventaja. Como no teníamos nada planificado no había debate posible. Éramos un racimo unido, compacto, sin fisuras ni agujeros, pero cada uva tenía su propia vida. Decidía los tiempos de maduración, acompasaba su maceración al paso del tiempo y se agarraba con fuerza a la rama o se soltaba para dar una vuleta, pero sin empujar al resto de las uvas. Por eso el racimo llegaba al otoño completo, intacto, todos con el mismo nivel de alcohol, con la misma dosis de azúcar y dispuestos a pasar por el tamiz de la báscula antes de hibernar a la sombra de la bodega y lamentarnos en el almacén del colesterol. Nuestros veranos en Blacos eran así. El mayor esfuerzo era el de buscar una excusa para otra merienda y la verdad es que no hacíamos el más mínimo esfuerzo para encontrarla, llegaba sola. A veces incluso celebrábamos algo distinto a lo del placer de habernos conocido. Entonces tirábamos la casa por la venta y hacíamos exactamente lo mismo que el día anterior en el que había otra merienda porque no teníamos nada que celebrar. Puede parecer una tontería, pero era algo mucho más sencillo que el esfuerzo que hay que hacer para explicarlo.
De repente, sin darnos cuenta y sin querer, como casi todo lo que hacíamos, nos dimos cuenta de que ya nada era como antes, que el tiempo no pasa en balde, que los resbalones de la vida dibujaban cuestas empinadas para recobrar el ritmo. Y nos volvimos raros, muy raros. La primera pista de que algo había cambiado llegó aquel día en que uno pregunto ¿Y qué merendamos mañana? Nos falló un latido en el corazón. La palabra mañana no existía en los agostos de Blacos hasta ese momento. ¿Qué mañana? ¿qué es el mañana en un hoy de eterno verano? Nos miramos unos a otros y nos descubrimos con cara pánico. Y ahí empezó un declive imparable. Empezamos a planificar los días, seguimos con las semanas y así… hasta que había algunas veces que en marzo queríamos organizar ya la comida de Semana Santa del año siguiente. Nos volvimos previsibles y cómodos, tremendamente cómodos. En poco tiempo pasamos de ir a merendar con las manos en los bolsillos a viajar en caravana, con algunos coches llenos de bancos y mesas y otros con manteles, servilletas, cubiertos, cámaras refrigerantes. ¿Dónde está el romanticismo de meter las botellas en el agua de la fuente o del río? Entonces nadie decía que estaba caliente y ahora todos queremos más hielos (debe ser porque tenemos siempre la cabeza ardiendo de tanto pensar.)
Hacíamos el café en puchero y si hacía falta lo colábamos con un calcetín. Ahora ya no. Hay que llevar tacitas de plástico, un termo informatizado y el azúcar en sobrecitos. Café expreso, sólo, sólo fuerte con sabor a canela, descafeinado con aroma a fresas. Azúcar moreno, azúcar refinado. Leche sin lactosa, leche rica en calcio. Joder ¿en qué nos hemos convertido? Antes a la hora de las copas, elegías entre coñac y pacharán. Ahora no, no hombre no. Ahora la gama va desde un gin tonic con hierbas de palo de Malasia, a un ron con coca cola Zero, ligth y sin cafeína (este es el del Baraka). Es más difícil entender nuestra cesta de la compra que la carta de Can Roca.
Mi primo esto lo definiría con tres palabras: “ Somos unos moñas” Pero con todo lo más difícil es elegir el sitio. Nunca nos ponemos de acuerdo. Y si nos ponemos siempre hay alguien que dice eso de ¿Y si llueve?. Leches. Si hemos estado en el Carrascal mientras nevaba o en la fuente de la Villa a 33 grados a la sombra, ¿Qué más da si llueve o caen chuzos de punta? Se va y punto. Ah ¡y luego está nuestro best sellers, la carne. Si seguimos así Enrique va a tener que colgar notas al lado de la parrilla, o en los enebros del Santo, para atendernos como es debido. Sería algo así como: “ Alejandro, costillas hechas pero sin pasarse, que se tuesten pero que no se quemen. Al punto de sal, es decir un punto de sal y se acabó. p. d. Sólo le gustan las de palo. O, “ Vicente. Poco hechas porque quiere que tengan sangre pero que sólo se vea, que no resbale sobre el hueso. Prefiere las de sustancia, pero que no hayan estado nunca cerca de la morcilla o del queso”. Lo de la sal le da igual porque tiene el paladar ardiendo desde la última queimada”. ¡No hay quien lo aguante! Y luego decimos que Enrique protesta, lo que no sé es como no nos ha puesto a nosotros en la parrilla.
Podría estar tres días sin repetir ni una coma, pero no merece la pena. Sin darnos cuenta hemos pasado de la improvisación a la paranoia de la tercera edad. Somos raros, muy raros. Pero si nadie lo remedia, somos los que os vamos a organizar las fiestas 2.016. Tenéis dos opciones: O la compasión, o nos ponéis en la parrilla. A mí por favor al punto de sal. A Vicente se las podéis dar con queso.