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BLACOS: Título: Va Bene...

Título: Va Bene

Va Bene. Va bien, aunque quizás lo que hay que decir en este momento es, Ya está bien. Y más que tres palabras es un sentimiento que ya empieza a pesar en mi generación, que comenzamos a transitar por caminos de soledad al albur de los vientos de pérdidas continuas y rodeados de la angustia de despedidas eternas. Es difícil hablar de Bene, viuda de Paco y madre de Milagros. Y la dificultad no la determinan las palabras, sino que viene marcada por su propia forma de ser, al menos la que yo he sido capaz de conocer en todos los años que hemos compartido en esta vida. No resulta nada fácil hablar de una mujer que desayunaba todos los días discreción y volvía a repetir el mismo plato para la comida y para la cena. Y no resulta nada fácil encontrar adjetivos para valorar a una mujer que se vestía todos los días con el traje de la humildad y se paseaba por la calleja, por las eras, por el patio... con un semblante amable y con un gesto siempre simpático y acogedor. Bene tenía una forma de saludar que puede ser una perfecta definición de su personalidad. No se limitaba nunca, al menos conmigo, a un adiós o a un hasta luego. No, Ella siempre añadía el nombre de la persona a la que saludaba. Para mí era un gesto entrañable, porque era una forma de decirte que ese saludo era sólo para ti y para nadie más. Era una forma de señalar un aprecio, un cariño, un halago de forma natural. Y es que la naturalidad siempre ha sido un privilegio de las personas humildes, y en este terreno, en esas distancias cortas es donde de verdad se valoran los sentimientos y se agradecen los detalles, los pequeños detalles. Y como no era un guión, sino una forma de ser marcada en su vida, la mantenía siempre y en cualquier circunstancia. Jamás vi en ella un mal gesto, una mala contestación o un distanciamiento, ni cuando la vida había puesto muchos kilómetros entre unos y otros. Estuvo, se fue, volvió… y Bene era la misma en todo ese tránsito terrenal. Hubo momentos de conversaciones más largas, a la sombra del patio mientras mirábamos a un horizonte que a mí en aquellos años me parecía infinito, pero me da la sensación que en ese cielo azul, Bene ya veía algunos pequeños nubarrones que unas veces habían descargado tormentas con granizo y en otras se habían limitado a vientos huracanados. Eran conversaciones sosegadas, mundanas y apacibles, porque su estado de ánimo gozaba de una tranquilidad externa que conjugaba bien con su discreción, esa discreción que le impedía participar en conciliábulos estridentes o en conversaciones que se desataban más allá de sus recogidos sentimientos. Jamás la vi protagonizar ni unos ni otras, porque lo suyo era esa tranquilidad acogedora más allá de protagonismos estériles. Era Bene una figura fija en esa sombra de la calleja en cualquier tarde de verano. Daba la sensación de estar siempre entretenida aunque aparentemente no hiciera nada. Y es que los que apuestan por la vida interior a veces no se sienten atraídos por muchas de las cosas que suceden alrededor.
Y si éstas fueron algunas de su muchas virtudes terrenales, en la frontera de la eternidad ha tenido que volver a mostrarlas e incluso acrecentarlas. Postrada en una cama, rodeada de dudas y de dolores, sufriendo por los que sufrían a su alrededor, mantuvo la lucidez como única arma para pelear en su última batalla. Se acordaba de todo y de todos, y al sufrimiento por su enfermedad añadía otro sufrimiento más por el dolor y la frustración de los que estaban a su lado y veían como se consumían sus esperanzas en una pequeña habitación del hospital. Esta mañana todas esas esperanzas se han convertido en desolación y desconsuelo. Ahora no, pero cuando pasen unos días, unos meses... ojalá que ese dolor por la pérdida se transforme en la seguridad de que en su nueva vida volverá a alimentarse de discreción y se vestirá de humildad. A veces la justicia hace que las personas humildes y discretas ocupen el lugar que les corresponde en el libro de la historia. Bene, seguro, estará en las primeras páginas. Va Bene. Hasta siempre.