Título: Olor a otoño y humo.
Pisando hojas secas en un día soleado de Noviembre me dí cuenta que me estabas mirando.
Note una inquietud en mi cuerpo y un escalofrío recorrió mi espalda.
Estaba anocheciendo cuando traspasando la esquina vi como te escondías detrás allá en el monte.
El humo de la chimenea me recordó el otro calor que tu ya no me ibas a dar ese día.
Amaneció y te tomé de nuevo en el rincón de la tía Florentina. En el del tío Melquiades y en el palo de la Luisa.
El silencio hizo todo lo demás. Es tú música pueblo querido. Solo las hojas secas bajo mis pies lo quebraban.
Ese humo de las chimeneas, ese olor a hoja seca. Ambos mezclados son testigos de un día soleado de Noviembre.
Era el sol quién me hizo sentir ese escalofrío placentero al venir de la sombra.
Y era el fuego quien hacia llegar a mi nariz el perfume de la carrasca quemada.
Sol y humo de las chimeneas son símbolo de felicidad si conversamos con el silencio roto de los paseos tranquilos de un pueblo.
Inmaculada García.
Pisando hojas secas en un día soleado de Noviembre me dí cuenta que me estabas mirando.
Note una inquietud en mi cuerpo y un escalofrío recorrió mi espalda.
Estaba anocheciendo cuando traspasando la esquina vi como te escondías detrás allá en el monte.
El humo de la chimenea me recordó el otro calor que tu ya no me ibas a dar ese día.
Amaneció y te tomé de nuevo en el rincón de la tía Florentina. En el del tío Melquiades y en el palo de la Luisa.
El silencio hizo todo lo demás. Es tú música pueblo querido. Solo las hojas secas bajo mis pies lo quebraban.
Ese humo de las chimeneas, ese olor a hoja seca. Ambos mezclados son testigos de un día soleado de Noviembre.
Era el sol quién me hizo sentir ese escalofrío placentero al venir de la sombra.
Y era el fuego quien hacia llegar a mi nariz el perfume de la carrasca quemada.
Sol y humo de las chimeneas son símbolo de felicidad si conversamos con el silencio roto de los paseos tranquilos de un pueblo.
Inmaculada García.