Hijos del pueblo
Este fin de semana lo he pasado en un pueblo en el que tengo una casa. Hacía sol y buen tiempo. Mi vecino es un tipo de esos que nacen con el colmillo retorcido, y le gusta marcar territorio, como a los perros. Pero, como los de su calaña, marcan territorio no con la orina sino con la baba que desprenden. Y nada más verme me saludó con su simpatía natural y me dijo, “ Hombre, ya vienen los forasteros….”
A mi edad estas cosas gustan, para que lo voy a negar. Es un deleite que te provoquen y busquen una mala contestación cuando los desarmas con una sonrisa: le solté al tío un tratado filosófico de tres cuartos de hora. Seguro que éste no me vuelve a llamar forastero en sus próximas siete vidas. Le dije: “ ni lo sé ni quiero saber si tú eres del pueblo o no. Seguro que no, porque aquí la gente es bastante más lista que tú para el negocio. Forastero, empecé, es aquel que viene de fuera a un lugar con el que no tiene ninguna relación. Y no es mi caso, porque tengo una casa. Tampoco me puedes llamar turista, que son los que se desplazan a otro lugar a disfrutar del ocio y descanso. Y no es mi caso, porque yo me deslomo cuidando el jardín y pintando las puertas y ventanas. Así que de ocio poco. Tampoco me puedes llamar peregrino, porque aunque tú tienes pinta de desarrapado y de mendigar ayuda de Dios, no vengo a un lugar sagrado. Así que mejor no me llames nada, ni siquiera por mi nombre, y todos tan contentos.
Pero esto me hizo pensar y, como siempre, lo relacioné con mi único pueblo de verdad, con ese en el que nací, al que adoro y defiendo ante quien sea. Y descubrí que en mi pueblo hay gente que a los que son como yo nos llaman “ Hijo del Pueblo”.
Claro, yo curioso hasta más no poder, me puse a investigar. Y no encontré más que dos cosas referidas a los hijos del pueblo. Una era un himno anarquista de la Guerra Civil (no creo que se refieran a eso). Y otra un libro de origen peruano (mucho menos). No desistí y lo busque en el diccionario. Encontré más de 60 acepciones, algunas tan graciosas como “hijo de la gran chingada”, o “hijo del diablo”, o “hijo pródigo”, que podría acercarse algo al tema. Pero nada, nada de nada sobre “ Hijo del pueblo”
Entonces se me ocurre pensar que hijo del pueblo se refiere a los que nacimos en el pueblo y ahora no estamos allí. Vale. Por eso los que están en el pueblo y los que no están pero aparecen en su censo, son vecinos. No son hijos de nada?, son simplemente vecinos?. Pobrecillos. Ya, ¿pero y que pasa con esas personas que no han nacido ni viven allí pero van a menudo y muestran un cariño desbordante por ese pueblo y por muchas de sus gentes?
Por ejemplo, mi primo el Baraka. No ha nacido en Blacos, pero va todos los años dos veces como mínimo. Saluda y da besos a todo el que se encuentra, echa una mano en todo lo que se le pide, trabaja como un descosido en las fiestas, come y cena como un campeón y después abraza hasta las farolas y nos hace pasar buenos ratos en cualquier tertulia. Este pobre hombre, ¿Qué es? Evidentemente no es forastero, no es turista ni es peregrino. Tampoco es hijo del pueblo, porque yo conozco a su madre. Entonces, lo único que se me ocurre es que es “yerno del pueblo”, como sus hijas son nietas del pueblo y mi prima es hija del pueblo ¿no? Bien. ¿Y qué pasa con mi amigo Iñaki? Desde que se levanta se sienta a la puerta de casa a la espera de ayudar a quien lo necesito. Igual cambia un tendido eléctrico que hace unas alubias de Tolosa. Siempre está dispuesto por el pueblo. Igual pone la carpa de las fiestas, que le lleva la bombona de butano al vecino. Y en los ratos libres planta árboles a la orilla del Abión cuando el pueblo lo necesita. Y todavía le queda tiempo para ocupar media barra del chiringuito y contribuir a la estabilidad del empleo en Blacos ¿Y Iñaki no es, por lo menos hijo del pueblo? Pues no, como mucho también puede aspirar a yerno, o como mucho a yerno consorte de la hija del pueblo. Tan injusto como inhumano.
Pero, ¿Y qué pasa con esas otras personas que no se parecen en nada a las anteriores, pero que un día llegaron y se enamoraron de Blacos, han hecho amigos, producen ingresos..?
Aquí ya me pierdo. No encuentro calificativo para nombrarlos. Amigos del Pueblo me parece muy genérico y además amigos podemos ser todos en un momento dado. E incluso enemigos si se tercia. Para esto sólo le tienen que decir a sus verdaderos padres que su hijo no es suyo, que es hijo del pueblo. Se puede liar parda.
Y es que es lo que tienen algunos localismos recalcitrantes. Estuvieron preparados para el pasado pero no saben vivir en el presente.
Exagerando un poco nos podemos encontrar con casos extraordinarios. Estas cuadrillas de jóvenes que muestran más amor y cariño a Blacos que nadie, que llevan su devoción hasta lo más remoto de la china mandarina. Son los auténticos embajadores de un pueblo soriano que si no nunca llegaría hasta esos confines. No señor, no, no los podemos definir como nietos del pueblo. Es una calificación que no tiene esencia, ni hace justicia a su más que demostrado amor blaquense. Deben ser algo más, mucho más. O quizás no deben ser nada más de lo que son. No son necesarios los calificativos y mucho menos aquellos con los que se quieren marcar grados y diferencias.
Y es que además no se entiende. Eres hijo del pueblo, vale, pero ¿de padre o de madre? Esto puede crear un trauma a muchos que tienen muy claro su amor paterno y maternal. Y si eres hijo del pueblo, ¿el pueblo como buen padre o madre debería satisfacer nuestras necesidades, cuidar de nuestra educación e incluirnos en su testamento?, ¿O no? Y, ¿quiere esto decir que todos los que somos hijos de un mismo pueblo somos hermanos, como descendientes de un mismo padre y/o de una misma madre? Al final esto de ser hijo del pueblo va a ser más difícil de entender que lo de Jesucristo. Él era “hijo del hombre”. Esto sí que se entiende perfectamente. Quiere decir que por lo menos ha habido un hijo en este mundo en el que no ha sido necesaria una madre que lo pariera. Lo que digo, mucho más difícil lo de “hijo del pueblo”. En lo de hijo del pueblo, hay que elegir si eres hijo de padre o madre y esto es imposible. Es como si le preguntas a un niño que si quiere más a su padre o a su madre. Lo mejor es no oír la respuesta. Aquí tampoco.
Lo mejor, en mi opinión, es que cada “hijo de vecino” sea simplemente “hijo predilecto”, y se convierta en “hijo del rigor”. Y es que, lo queramos o no, todos somos “Hijos de nuestras obras”.
Este fin de semana lo he pasado en un pueblo en el que tengo una casa. Hacía sol y buen tiempo. Mi vecino es un tipo de esos que nacen con el colmillo retorcido, y le gusta marcar territorio, como a los perros. Pero, como los de su calaña, marcan territorio no con la orina sino con la baba que desprenden. Y nada más verme me saludó con su simpatía natural y me dijo, “ Hombre, ya vienen los forasteros….”
A mi edad estas cosas gustan, para que lo voy a negar. Es un deleite que te provoquen y busquen una mala contestación cuando los desarmas con una sonrisa: le solté al tío un tratado filosófico de tres cuartos de hora. Seguro que éste no me vuelve a llamar forastero en sus próximas siete vidas. Le dije: “ ni lo sé ni quiero saber si tú eres del pueblo o no. Seguro que no, porque aquí la gente es bastante más lista que tú para el negocio. Forastero, empecé, es aquel que viene de fuera a un lugar con el que no tiene ninguna relación. Y no es mi caso, porque tengo una casa. Tampoco me puedes llamar turista, que son los que se desplazan a otro lugar a disfrutar del ocio y descanso. Y no es mi caso, porque yo me deslomo cuidando el jardín y pintando las puertas y ventanas. Así que de ocio poco. Tampoco me puedes llamar peregrino, porque aunque tú tienes pinta de desarrapado y de mendigar ayuda de Dios, no vengo a un lugar sagrado. Así que mejor no me llames nada, ni siquiera por mi nombre, y todos tan contentos.
Pero esto me hizo pensar y, como siempre, lo relacioné con mi único pueblo de verdad, con ese en el que nací, al que adoro y defiendo ante quien sea. Y descubrí que en mi pueblo hay gente que a los que son como yo nos llaman “ Hijo del Pueblo”.
Claro, yo curioso hasta más no poder, me puse a investigar. Y no encontré más que dos cosas referidas a los hijos del pueblo. Una era un himno anarquista de la Guerra Civil (no creo que se refieran a eso). Y otra un libro de origen peruano (mucho menos). No desistí y lo busque en el diccionario. Encontré más de 60 acepciones, algunas tan graciosas como “hijo de la gran chingada”, o “hijo del diablo”, o “hijo pródigo”, que podría acercarse algo al tema. Pero nada, nada de nada sobre “ Hijo del pueblo”
Entonces se me ocurre pensar que hijo del pueblo se refiere a los que nacimos en el pueblo y ahora no estamos allí. Vale. Por eso los que están en el pueblo y los que no están pero aparecen en su censo, son vecinos. No son hijos de nada?, son simplemente vecinos?. Pobrecillos. Ya, ¿pero y que pasa con esas personas que no han nacido ni viven allí pero van a menudo y muestran un cariño desbordante por ese pueblo y por muchas de sus gentes?
Por ejemplo, mi primo el Baraka. No ha nacido en Blacos, pero va todos los años dos veces como mínimo. Saluda y da besos a todo el que se encuentra, echa una mano en todo lo que se le pide, trabaja como un descosido en las fiestas, come y cena como un campeón y después abraza hasta las farolas y nos hace pasar buenos ratos en cualquier tertulia. Este pobre hombre, ¿Qué es? Evidentemente no es forastero, no es turista ni es peregrino. Tampoco es hijo del pueblo, porque yo conozco a su madre. Entonces, lo único que se me ocurre es que es “yerno del pueblo”, como sus hijas son nietas del pueblo y mi prima es hija del pueblo ¿no? Bien. ¿Y qué pasa con mi amigo Iñaki? Desde que se levanta se sienta a la puerta de casa a la espera de ayudar a quien lo necesito. Igual cambia un tendido eléctrico que hace unas alubias de Tolosa. Siempre está dispuesto por el pueblo. Igual pone la carpa de las fiestas, que le lleva la bombona de butano al vecino. Y en los ratos libres planta árboles a la orilla del Abión cuando el pueblo lo necesita. Y todavía le queda tiempo para ocupar media barra del chiringuito y contribuir a la estabilidad del empleo en Blacos ¿Y Iñaki no es, por lo menos hijo del pueblo? Pues no, como mucho también puede aspirar a yerno, o como mucho a yerno consorte de la hija del pueblo. Tan injusto como inhumano.
Pero, ¿Y qué pasa con esas otras personas que no se parecen en nada a las anteriores, pero que un día llegaron y se enamoraron de Blacos, han hecho amigos, producen ingresos..?
Aquí ya me pierdo. No encuentro calificativo para nombrarlos. Amigos del Pueblo me parece muy genérico y además amigos podemos ser todos en un momento dado. E incluso enemigos si se tercia. Para esto sólo le tienen que decir a sus verdaderos padres que su hijo no es suyo, que es hijo del pueblo. Se puede liar parda.
Y es que es lo que tienen algunos localismos recalcitrantes. Estuvieron preparados para el pasado pero no saben vivir en el presente.
Exagerando un poco nos podemos encontrar con casos extraordinarios. Estas cuadrillas de jóvenes que muestran más amor y cariño a Blacos que nadie, que llevan su devoción hasta lo más remoto de la china mandarina. Son los auténticos embajadores de un pueblo soriano que si no nunca llegaría hasta esos confines. No señor, no, no los podemos definir como nietos del pueblo. Es una calificación que no tiene esencia, ni hace justicia a su más que demostrado amor blaquense. Deben ser algo más, mucho más. O quizás no deben ser nada más de lo que son. No son necesarios los calificativos y mucho menos aquellos con los que se quieren marcar grados y diferencias.
Y es que además no se entiende. Eres hijo del pueblo, vale, pero ¿de padre o de madre? Esto puede crear un trauma a muchos que tienen muy claro su amor paterno y maternal. Y si eres hijo del pueblo, ¿el pueblo como buen padre o madre debería satisfacer nuestras necesidades, cuidar de nuestra educación e incluirnos en su testamento?, ¿O no? Y, ¿quiere esto decir que todos los que somos hijos de un mismo pueblo somos hermanos, como descendientes de un mismo padre y/o de una misma madre? Al final esto de ser hijo del pueblo va a ser más difícil de entender que lo de Jesucristo. Él era “hijo del hombre”. Esto sí que se entiende perfectamente. Quiere decir que por lo menos ha habido un hijo en este mundo en el que no ha sido necesaria una madre que lo pariera. Lo que digo, mucho más difícil lo de “hijo del pueblo”. En lo de hijo del pueblo, hay que elegir si eres hijo de padre o madre y esto es imposible. Es como si le preguntas a un niño que si quiere más a su padre o a su madre. Lo mejor es no oír la respuesta. Aquí tampoco.
Lo mejor, en mi opinión, es que cada “hijo de vecino” sea simplemente “hijo predilecto”, y se convierta en “hijo del rigor”. Y es que, lo queramos o no, todos somos “Hijos de nuestras obras”.