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BLACOS: En fin, hay uno que siempre tiene que ser el campeón....

En fin, hay uno que siempre tiene que ser el campeón. Normalmente es por logros deportivos, por apuestas ganadas, y otras por el reconocimiento a esa madera de líder natural. Una madera tan dura, tan limpia y tan generosa que consigue el reconocimiento de los que se quedan un escalón por debajo en el podio. Y éste es el caso. Yo desconozco, y seguro que vosotros también, los méritos que ha hecho el ganador para ser señalado por el tercero. Pero es lo que sucede en esta foto. También puede ser que la sonrisa del Baraka dibuje alguna trampa que ha hecho para colocarse en el podio cuando sus esfuerzos lo colocan de forma natural en el furgón de cola. Y por eso reconoce al campeón, para que nadie se acuerde de él y se ponga a pensar que hace ahí si el único esfuerzo fue el de hacer como que bailaba disfrazado en el cuerpo de un bailarín. Estaba que no cogía en sí de gozo y por eso repartía méritos con Vicente. Este año el mayor esfuerzo que hizo el campeón fue acercar la llama al pebetero después de sestear durante veinte metros por la plaza. Y punto. Lo que pasa que lo tenemos sobrevalorado. Y en este pueblo, al menos en la Peña el Sombrero, es lo que pasa. Si tienes nombre puedes no hacer nada, que a cambio serás reconocido y aplaudido de forma unánime como si hubieras cargado sobre tus espaldas todo el peso de la organización. Sin embargo a los que trabajamos de verdad, a los que igual que ponemos un ladrillo, cambiamos una teja, hacemos un arroz con almejas de cinco estrellas Michelín, y además ponemos la mesa, servimos los platos, preparamos lo cubatas... a esos nada de nada. Y por eso a Iñaki nadie lo señala. Tiene que animarse él solo con esa especie de amago de victoria. El Baraka ni lo mira, y Vicente lo ignora claramente. Piensan que la foto sólo va con ellos dos. Que injusticia, siempre se premia a los simpáticos y a los caraduras, y a los que trabajan duro no les reglan nin una mirada. No te preocupes Iñaki, yo sí reconozco tu esfuerzo... pero ni siquiera me dejaron sitio para subirme al cajón. ¡QUÉ INJUSTICIA!