BLACOS: Tic, tac, tic, tac.........

Tic, tac, tic, tac......

Tic, tac, tic, tac… la manecilla del reloj parece que se limita a cumplir con su rutina horaria. Pero no, desde hace unos días el sonido del reloj suena igual, pero lo empezamos a notar distinto. Y esa diferencia la establece fundamentalmente la emoción. Ya hace calor, ya hay más chicos jugando en la plaza, ya hay más mayores a este lado de la barra de bar, y ya hay una mirada distinta en todos, pequeños y mayores. Hay que estar en Blacos o haber pasado por allí para darse cuenta que las manecillas del reloj han entrado en tiempo de descuento. Y en esa cuenta atrás nos afanamos en poner todo a punto. Dejamos un hueco para pensar en las ausencias, en lo que no podrán venir. Y al minuto siguiente nos abruman las tareas por hacer antes de que llegue el primer viernes de agosto. La comida, la bebida, los disfraces, los amigos, barrer y limpiar los locales, saber con cuántos contamos, dejar impolutos los tacones de la fiesta o el planchado del vestido de procesión. Parece que el reloj va más rápido que de costumbre, y una vez más nos enfadamos por dejar todo para los últimos días, como siempre. Esperamos con ansiedad ver ese programa que siempre es un seguro de diversión, pero no por ello deja de sorprender cada año. Nos miramos las palmas de las manos, con las que vamos a aplaudir el pregón o la entrega de premios. Esas mismas manos que dolerán de tantos saludos, las mismas que manejarán con maestría los cubiertos en todos los actos culinarios, o se deslizarán sobre las cartas a la hora del guiñote. Esas manos, hábiles o no tanto, que tratarán de tirar la tanguilla o la madera de la calva. Tic, tac, tic, tac… que deprisa va el reloj los últimos días. Tratamos de acompasar su ritmo al de los latidos del corazón y comprobamos que es imposible porque la emoción se ha desbocado y el corazón palpita al ritmo de agosto de Blacos. Un ritmo frenético, con un estruendo que lo podemos oír en cualquier silencio. Queremos que nos llegue el tiempo para todo antes de que llegue la hora de la verdad. Y hay otros que a esa aceleración interior añaden la tensión exterior porque saben que estamos en sus manos. De ellos depende en buena parte que este año la fiesta vuelva a hacerse un rincón en el libro de la historia de Blacos. Saben que nadie pone en duda su empeño, su iniciativa, su imaginación, pero cuando estás a ese lado de la comisión todo parece poco para responder a las expectativas que hemos puesto en ellos. Se esforzarán hasta el mínimo detalle, no regatearán ni un esfuerzo, pero la responsabilidad acaba alterando el pulso y creando un nudo en el estómago. Luego a la hora de la verdad ese nudo se deshace y la euforia es incontenible, porque un año más estarán muy por encima de todas las previsiones. Y en este lado se encontrarán con gente generosa, solidaria y dispuesta a llegar un poco más allá, por si ellos lo necesitan.
A que el reloj corre más rápido cada vez. Tic, tac, tic, tac.. Ya nadie quiere acompasarlo con los latidos de su interior. Dentro de cada uno está la emoción y las ganas de que lleguen las fiestas, y fuera está ese corazón colectivo que cada primer fin de semana de agosto, convierte a Blacos en el corazón de la fiesta. Es un único corazón, rítmico y engrasado, que se mueve al unísono. Es el corazón de las fiestas. Ya están ahí, tic, tac, tic, tac….