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Hoy 21 de septiembre, vuelve a ser el Día Mundial del Alzheimer.

Hoy, 21 de septiembre, es el último día del verano. Algunos tienen fresco en la memoria esos días de playa y tumbona, esas noches de tertulia y verbena o ese volcán de emociones en el que se convierten las fiestas patronales de su pueblo del alma. Pero hay otros, cada vez más, que no recuerdan a nadie ni nada. No saben si es verano o invierno de luna llena, no recuerdan tener un pueblo, no saben el nombre de sus hijos y jamás pueden dedicar un solo pensamiento a las fiestas desconocidas de un lugar remoto y que hace tiempo que huyó de sus pensamientos. Muchos recordamos que hoy también es el Día Mundial del Alzheimer pero ni siquiera se lo podemos contar a ellos, porque quizás primero tendríamos que intentar convencerlos de que es de día y de que estamos y vivimos a su lado aunque no nos conozcan ya de nada.
El otro día asistí a un entierro católico de esos en los que pretenden que demos saltos de alegría para celebrar que hemos perdido a un ser querido y que se ha ido a disfrutar de una vida eterna de placeres y riquezas. Bien, pues una de las canciones de este funeral decía en una de sus estrofas,“morir es dar un beso a la vida”. Vale, muy bien. Entonces podemos pensar que el alzheimer es dar un abrazo a la memoria. Pero en este caso es un abrazo de despedida, un adiós definitivos a la biblioteca de sus pensamientos, amores, desamores, dolores, cariños.. Y lo que es todavía peor olvidarse de todo lo que han querido y construido en su vida, nuestra vida. Ese abrazo a la memoria no es otra cosa que borrar todas las páginas que han escrito en el libro de la vida, de nuestra vida, y dejarlo en un estante como único testimonio de que la persona que lo tuvo entre sus manos existió en una época determinada, aunque ella perdió los recuerdos y nosotros encontramos su dolor.
Pero a veces en ese viaje tenebroso hacia el olvido podemos decirles ahora que hay algunas tenues luces de esperanza, que incluso pueden llegar a verlas ellos si aguantan un poco más. Pero la esperanza puede ser sobre todo un clavo ardiendo al que os podéis agarrar los que estáis al lado de alguien que sufre esa enfermedad. El otro día leí un ensayo en el que se está experimentado con ultrasonidos para romper esa capa que se forma en torno al cerebro y que impide que éste haga el ejercicio de la memoria. Ha dado un excelente resultado en cobayas, (en algunos caso han recuperado hasta el 75 por ciento de la memoria perdida). Puede que el próximo año comiencen a probarla ya en seres humanos.
Menos entusiasmo me producen las recomendaciones de la Sociedad Española de Neurología para fomentar un envejecimiento cerebral saludable y evitar los factores de riesgo. Es una fórmula mágica que sirve para casi todo: Hacer ejercicio físico, tener una actividad social (salir y hablar con oso amigos), desarrollar actividad mental (leer libros, jugar a cartas o ajedrez,); llevar una dieta saludable y prevenir enfermedades cardiovasculares o diabetes.
Por poner un toque de humor en este incipiente otoño: si vas todos los días a buscar setas. A la vuelta te pasas por el bar, te tomas unas cañas mientras juegas un guiñote, te comes una ensalada de lechuga y un pescado a la plancha, por la tarde lees un libro y después te das unas vueltas por las carreras… estás siguiendo una prevención exhaustiva contra el alzheimer. Eso sí, luego evita la panceta, la morcilla, el jamón….
En fin, es poco, pero es una ventana que se abre en una casa que siempre ha estado cerrada a cal y canto, y en la que no entraba nada que acabara con esa lóbrega desilusión de enfrentarse a una enfermedad incurable y definitiva.
Es como digo un clavo ardiendo al que os podéis agarra los familiares y cuidadores de los enfermos de la desmemoria. Y aunque al agarrarse os queme en las manos, el dolor será siempre menor que el que se sufre cada día al ver como una vida se apaga en un cuerpo al que apenas le quedan sentimientos.
Por eso, porque apela a los sentimientos del enfermo, el eslogan de la campaña de este año es “Sigo siendo yo”
Hoy es 21 de diciembre, y estoy contento porque me acuerdo que es el último día del verano y el Día Mundial del Alzheimer. Es la alegría de tener memoria.