BLACOS: Algo hemos hecho bien...

Algo hemos hecho bien

Es un tema que merece un amplio debate, o al menos a mí me lo parece. Y es que no es fácil encontrar una respuesta. Dada mi afición a la sociología, a las causas de los comportamientos humanos, llevo mucho tiempo dándole vueltas, sin llegar a ninguna parte.
¿Qué pasa en Blacos?. ¿Por qué se ha convertido en una especie de oasis en ese desierto poblacional y emocional que nos rodea en la vega del Milanos? ¿Por qué nuestro pueblo se convierte cada año en un concurso de ideas y en un derroche de imaginación, esfuerzo y solidaridad? ¿Qué hemos hecho bien?
La evolución ha sido bastante reciente, sorpresiva y agradablemente acogida. Os recuerdo que no hace tanto tiempo, cuando la Comisión de Fiestas se elegía por sorteo, el día de las votaciones había más gente en el bar que depositando sus votos en la plaza. Y a esa misma hora había muchos, yo lo he hecho alguna vez, que nos quedábamos en segundo plano para que nadie se acordara de nosotros a la hora de de poner los nombres en la papeleta. Y también recordamos que a veces había acuerdos más o menos secreto para votar a aquellas/aquellos que nunca se apuntaban a nada. Tampoco es difícil recordar la soledad de los de la Comisión en aquellos años en los que mientras ellos trepaban a la escalera, la mayoría los miraba sentados o tumbados a la sombra. Sería totalmente injusto decir que todos porque siempre ha habido gente dispuesta a echar una mano. Y ahí quería llegar yo. En la tenacidad de ellos, muchos ya desgraciadamente desaparecidos, puede estar el germen de la situación a la que hemos llegado. Pero el núcleo duro de esa simiente solidaria puedo asegurar que está en ese grupo de jóvenes que dieron a las fiestas, y me atrevo a decir, que a los veranos de Blacos el lustre que tiene en la actualidad. De repente y sin saber por qué, ellos sabrán, abandonaron el pasotismo y la indiferencia y dieron un paso al frente. Y dieron muchas cosas más, como una lección de entrega, imaginación y esfuerzo. Y todos descubrimos que ese cariño a Blacos, que parecía aletargado estaba más vivo que nunca, y era mucho mayor del que algunos podían pensar. ¿Por qué ese cambio? Es lo que me gustaría saber. Lo que sí sé es que fue el punto de partida de muchas cosas, y yo personalmente creo, que de muchas cosas buenas. La primera, que dejaron en evidencia a los indiferentes y los sumaron a los activos. Lo segundo, que la fiesta cambio totalmente su cara. Pasó de un programa casi de rutina, a un cartel en el que ya casi no cogían todas las actividades que habían programado. Y esto despertó mucha conciencia y removió muchos pensamientos negativos o anquilosados. Las fiestas de 2010 abrieron una ventana al esplendoroso futuro de Blacos y abrieron las mentes que en su cerrazón creían que la juventud sólo se dicaba al botellón y a obligarnos a pasar las noches en blanco a ritmo de bombo. Fue el paso del Ecuador, y como se ha visto después, ya no había viaje de retorno. Pero fue algo todavía más importante. Despertó el deseo de colaborar de otros más jóvenes que venían por detrás y animó a colaborar a casi todos los disidentes del pasado. Y en un año ya no había hueco para transportar sillas o mesas a las eras y eran más los que se veían obligados a mirar con envidia porque no había trabajo para todos. Esta pequeña revolución, por encima de estos apuntes a simple vista, tuvo unos orígenes, unos alicientes, unos argumentos… que no resulta fácil de explicar y mucho menos de entender. Y ahí está la clave de bóveda de ese oasis del que hablaba al principio. En realidad nuestro pueblo es muy parecido o igual a otros muchos que nos rodean y que han acabado perdiendo sus orígenes, devorados por la desidia o por la necesidad de otros objetivos. Y sin embargo en Blacos se da el fenómeno contrario. Aquí cuanta menos gente vive en invierno, más gente viene en verano, cuanta menos gente vive, más gente convierte Blacos en un punto de encuentro fijo todos los veranos. Pero no simplemente para disfrutar del verano, sino para pensar, gestionar, implicarse e incluso arriesgar sus ideas y proyectos y someterlos al examen de todos los demás. Y ha creado un fenómeno inverso al que establece la propia condición humana. Cuando lo habitual es criticar, despreciar o minimizar los logros o los éxitos de los demás; en Blacos cada vez es más habitual felicitar, aplaudir, agradecer y valorar la ideas y los proyecto de los demás, e incluso, como es mi caso, presumir en mi vida diaria de esos logros de mis paisanos durante las fiestas y durante cualquier otra actividad de verano ¿Cómo se ha conseguido esto? No lo sé y eso que me gusta darle vueltas para encontrar una respuesta que cierre ese círculo de interrogantes. Me gustaría saber porque ahora los más jóvenes preguntan que cuando van a ser ellos de la Comisión, buscan desesperadamente un lugar en el que tener su peña y se niegan a negociar cualquier vacación que no pase por las fiestas de Blacos. Incluso aquellos que han podido perder el cordón umbilical que unía a sus padres al pueblo pero que para ellos se queda un poco lejano. Algo hemos hecho bien para que se produzca este cambio casi de una forma unánime. Algo hemos hecho bien cuando cada año la fiesta es tan buena o mejor que el anterior. Algo hemos hecho bien cuando todos esperamos con impaciencia conocer los detalles de la fiesta del año que viene. Algo hemos hecho bien cuando todos parecemos un grupo monolítico y con una voluntad irreductible para mantener viva también esa implicación, esa solidaridad y esas ganas de estar ahí… para lo que sea. Algo hemos hecho bien, y seguro que cada uno tiene su propia opinión sobre los motivos, las causas y las consecuencias. Estaría bien poder compartirlas. Y seguro que volveremos a hacer algo bien… un año más, y los que sea necesario.