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BLACOS: No Alejandro, totalmente perdonable, lo puntualicè...

Carmen

Hace ya un tiempo que se fue, en ese año aciago para una familia que ha sabido mejor que nadie que es eso de, “annus horribilis”. Carmen era hermana de Angelita, Sixto, Isidro y Mariano. Hubo muchos veranos en que su presencia era fija en Blacos y sus tres hijos formaban parte de los grupos de amigos que poblaban esos agostos inolvidables. Mujer reservada y plegada en su propia sencillez, a mí me recuerda a la cara b de los discos de vinilo que se mareaban de tantas vueltas en los bailes de aquellos años. La cara a siempre quiere ser una apuesta vistosa y llamativa para conseguir el éxito. Sin embargo la cara B, a la sombra de la luces, recogía un trabajo más concienzudo, reposado y bañado en la calidad de la música más personal.
Y así era Carmen. Una mujer tan simpática como agradable. Daba sensación de una absoluta tranquilidad, aunque todo había que deducirlo a través de su carácter reservado. Lo que era mucho más evidente era su simpatía eterna y una elegancia natural que colgaba siempre de su sonrisa perenne cada vez que te acercabas a ella. Esta forma de ser la alejaba del barullo y el ruido mundano que siempre llenaba el pueblo en esos días de asueto. Si además, ya hacía tiempo que había dejado de ir a Blacos, es difícil hacer de ella un retrato que nos acerque a su forma de ser. Entonces hay que tirar de esos recuerdos escondido en el baúl, a prueba de frágiles memorias, para hacer una pequeña semblanza de quien fue Carmen. Y ahí yo la recuerdo siempre en la puerta de sus padres, con esa sonrisa con la que firmaba cualquier conversación, sin alborotos, ni algarabías, ni nada que fuera más allá de una absoluta tranquilidad. Era eso, la cara b del disco, esa canción que siempre escuchábamos con expectación y con el deseo de que fuera tan buena como la de la cara a. Y en su caso se cumplía con creces. Hasta siempre, Carmen.

No quiero dejar pasar esta oportunidad para agradecer de todo corazón las palabras dedicadas a mi madre y tíos en este foro.
Aprovecho también para hacer mi propia reflexión sobre el pueblo y sus gentes. Un pueblo que no dispone de grandes edificios o instalaciones, de inmejorables caminos e infraestructuras... pero tiene algo que cuántos quisieran... encanto, y en ese término, gran parte de culpa, la tiene la gente, que de una manera u otra, forma parte de él.
En mi caso, mis presencias, son muy puntuales en la actualidad, pero hay algo que me hace leer este foro y no romper del todo ese "cordón umbilical" que nos une.
Nadie podrá borrar de mi mente los tiempos que pude disfrutar de buenas temporadas en Blacos... las tardes en el río, los partidos de pelota en el frontón (en el que había que adaptarse a él, y de vez en cuando hacer running o escalada para buscar la pelota...), de los portones y pipas en cá'Luisa (como decía la Pepa) y de las cervezas interminables en el Chiringuito.
Grandes recuerdos también de fiestas, en las que todo se hacía como una gran familia (me consta que sigue siendo así, me alegro), de las "meriendas" que hacíamos, con todo a cuestas y a pié dónde no había pequeños altavoces bluetooth, no, se llevaba un señor aparato doble pletina, doble altavoz y que se acordarán muy bien a los que les tocaba llevarlo a cuestas..
Las salidas del pueblo se hacían como una gran familia, sin grandes distinciones por edad y en un ambiente entrañable. Mi primer concierto fue a corta edad, con la gente de Blacos, subir a Soria a ver a Sabina... imborrable.
Grandes momentos inolvidables con gente excepcional en un pueblo que no tendrá de todo, pero que, como he dicho antes, tiene encanto.
Me alegro un montón que la gente sitúa involucrada, que todos los años se siguan haciendo unas grandes fiestas y que la gente sigua siendo tan entrañable, seguir así...

Pd: Alejandro, en el mensaje referido a mi madre, se te ha pasado nombrar al otro hermano, el Angelito, te lo comento por qué si se entera tendrás que pagarle una "anta aanja".

Un abrazo y gracias por estos textos dedicados a mi familia, un saludo a la gente de Blacos.

Pablo

Gracias Pablo. Tienes razón, ha sido un olvido imperdonable lo de Angelito. Y más imperdonable cuando él es una imagen fija de mi memoria y un recuerdo continuo de algunos de los mejores momentos de mi vida en Blacos. Ángelito nos enseñó, me enseñó, a ser mejores personas sólo con estar a su lado. Su proximidad nos convirtió a varias generaciones en mejores personas y en unos adelantados en el respeto, cariño, apoyo y solidaridad con una persona que era diferente, excepcional y majestuosamente distinta, porque era mucho mejor que los demás, al menos mejor que yo. El cromosoma 21, que llevaba siempre en la mochila con la que viajaba por la vida, en lugar de transportar distancias, estaba lleno de amor, bondad y compañía.
Con Angelito aprendimos desde muy pequeños que la adversidad no siempre es un muro, sino que puede ser un estímulo para descubrir otros lados de la vida. Era uno más, y más que los demás, porque su esfuerzo, entrega y abnegación estaba siempre por encima de la pereza con la que nos movíamos aquellos años. Luego crecimos, viajamos, definimos nuestra propia personalidad, y todo cambió. Bueno todo no, porque seguíamos teniendo un amigo fiel, al que no se le olvidaba el timbre de nuestra voz, la forma de tocarlo, o las bromas que le hacíamos en los encuentros de cada regreso.
Angelito, su compañía, su amistad, su cariño, fue una de las mejores cosas que me han pasado en la vida. Él es el culpable de buen aparte de mi carácter y de mis principios. Él me hizo mejor persona y me enseñó desde pequeño a guiarme por el respeto y a huir de cualquier discriminación. Era el mejor amigo que se puede tener en esta vida, porque cada día te daba una lección de lucha contra la adversidad y una victoria en cada carrera de obstáculos. Espero que fuera capaz de devolverle algo de lo mucho que él me ofreció de manera tan generosa como sincera. Por eso el olvido es imperdonable.

No Alejandro, totalmente perdonable, lo puntualicè con la mejor intención, después de tantos textos, es normal un descuido. Gracias por todo.
Respecto a los comentarios sobre Angelito, que decir, me identifico con todo lo que has comentado, fuè un honor poder convivir con una persona que te daba lecciones cada día, olvidando dificultades y aferrándose a lo que él más quería, las personas de su entorno. Siempre con alegría, disfrutando de cada resquicio que le permitía su vida, cosas y valores que a los demás se nos olvidan con asiduidad.
Comparto una frase que la tomo también como mía, "fuè una de las mejores cosas que me han pasado en la vida"...
Por eso, gracias otra vez por estos textos tan bien expresados y recibe un cordial saludo.

Pablo