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BLACOS: Satur. Una sonrisa acogedora....

Satur. Una sonrisa acogedora.

Una sonrisa acogedora. Era la carta de presentación de Satur cada vez que se producía el primer “hola” o el último “adiós”. Una sonrisa acogedora envuelta en una voz cálida, cubierta de la mejor seda de la simpatía y envasada en un tono siempre amistoso y cordial. Si tenías la suerte de que fuera ella la primera persona que veías en la vuelta a Blacos disfrutabas de un recibimiento radiante, aunque fuera en esos días oscuros y encogidos del invierno. Y además yo siempre tenía la sensación de que estaba delante de una mujer con puro ADN de Blacos. Era como la fe de vida de un pueblo que no termina nunca de despedirse a pesar de sufrir los ataques certeros de las ausencias. Para mí Satur era una de las mejores protagonistas de esa foto fija del alma de un pueblo que siempre ha pretendido ser inmortal en su lucha eterna contra la soledad.
Todo forma parte de esos recuerdos agradables que se guardan en el corazón y de los que puedes echar mano cada vez que quieras identificar a una persona, como Satur, a la que ayer se le acabó el presente y ya todo se conjuga en pasado. Son esos recuerdos imborrables que archiva la memoria, unos recuerdos tan indelebles como esas huellas que nunca se podrán quitar de cada centímetro de Blacos o de cada uno de los pliegues del alma de los seres queridos que han disfrutado de su amor y compañía. Esas huellas, por cierto, que caminaban siempre al lado de otras dos personas que ya la esperan al otro lado de la vida y que dibujaban esa estampa tradicional del Blacos de antes de ayer. Sus paseos por las carreras, por la plaza o por la era dibujaban la valentía de una mujer que miraba de frente a las dificultades que le regalaba la vida, y a las que ella ha desafiado hasta el final con una prestancia y una dignidad que definen una de sus muchas virtudes.
Pero también son unas huellas que se convierten en una prolongación de esas raíces genéticas que anudaban su vida a Blacos con tanta fuerza como constancia. Hasta el último momento quiso estar aferrada a sus señas de identidad de Blacos, y a ese empeño de no enarbolar nunca la bandera de la rendición. La rendición es una entrega sin condiciones a la derrota, y tengo la sensación de que Satur nunca se resignó y luchó por la vida hasta que la vida no le firmó más treguas.
Cuando se comparte espacio y tiempo con una persona al final queda escrito en tu corazón la forma de recordarla y los signos más identificativos de ese recuerdo, para que no se pierda nunca. Y en mi archivo sentimental queda grabada la imagen de una mujer con tanta altura física como moral, con una elegancia de la que no se hereda sino que cada uno la cultiva, con una mirada que siempre hacía prisioneros y con esa sonrisa acogedora que convertía su ámbito en un hogar del que podías disfrutar cada vez que te la encontrabas por la calle. Una sonrisa que ahora ha cambiado de lugar, pero que seguro que no ha perdido vigor ni fuerza en el libro de la vida de los que la recordamos.
Puede que, a partir de ahora, nos veas algunas veces pensativos, cabizbajos o con un rictus de desolación en la cara. No te preocupes Satur. No pasa nada, simplemente estamos buscando en nuestros archivos esa sonrisa acogedora. Y lo hacemos para no olvidarla… y para poder seguir disfrutando de ella.
Un placer.