Día Mundial Síndrome de Down (Angelito)
Hoy se celebra el Día Mundial de las Personas con Síndrome de Down, y coincide con el Día Mundial de la Poesía. La literatura poética se empeña en convertirse en prosa realista para defender los derechos de unas personas que nacieron con un cromosoma de más. Algo diminuto, pero que marca toda una vida y que decide la vida que van a vivir estas personas. Unas personas que son humilladas por los mezquinos, discriminadas por los imbéciles, ignoradas por los idiotas y casi siempre descartadas por los egoístas. Ni unos ni otros, probablemente han hecho nunca el esfuerzo de acercarse a una sola persona con down y tratar de conocer, compartir y comprender su mundo, que puede que sea distinto, diferente, peculiar, pero que no es peor que el de los que nos creemos normales, y hacemos de esa normalidad una barrera social o una trinchera bélica para que no la puedan cruzar. Y no sabemos que a ellos no les interesa excesivamente cruzar ningún obstáculo, porque bastante tienen con superar las trabas que se encuentran en su camino.
Ahora es un esfuerzo encomiable el de esas personas que luchan por sus derechos, exigen su igualdad y apuestan por la convivencia. Pero para muchos otros, entre los que me incluyo, esta situación ya la hemos visto, la hemos vivido y la hemos disfrutado. Yo, y muchos de los que lean esta carta, convivimos en un pueblo de Soria, en pleno auge de la oscuridad franquista, con Angelito, un chaval con síndrome down. Y puedo asegurar que desde el primer día entendimos que era uno más y más tarde descubrimos que era mejor que todos los demás. No se nos ocurrió reclamar sus derechos, porque los tenía, no reivindicamos su igualdad, porque la tenía, no pretendimos su compañía, porque él nos la daba a cambio de nada. Pero además de todo esto disfrutamos de un ser maravilloso, nos reímos con su natural sentido del humor, compartimos con él todo lo que teníamos para compartir. Estuvimos a su lado cuando nos necesitaba, lo guiamos por las sombras cuando buscaba la luz, lloramos con él sus penas con el mismo dolor, o más, con el que llorábamos las nuestras. Era nuestro compañero, nuestro amigo, nuestro cómplice, nuestro guardián, nuestra alma gemela. Nunca, nunca, se notó el peso de ese cromosoma, más allá de las exigencias que le impuso la naturaleza. Era un pueblo de esa Castilla profunda, al que no había llegado las envidia, los resentimientos, los desprecios y el odio que ahora es una moneda de cambio en cualquier lugar del planeta. Nosotros convertimos en normal algo que ahora se quiere tratar como extraordinario. Nosotros convertimos a un ser maravilloso en un maravilloso ser que no necesitaba que lo convirtieran en nada. Disfrutamos de una persona excepcional, pero que Angelito lo traducía en una persona normal como otra cualquiera. Yo era para él, “Jano Pona”, Alejandro el de Pamplona. Y me lo podía repetir después de un año entero sin vernos. En su memoria se guardaba uno de sus mayores tesoros, la fidelidad.
Es cierto, hoy es el Día Mundial del Síndrome de Down. Pero unos cuantos privilegiados no lo celebramos una vez al año, durante un tiempo lo celebramos todos los días de los años de nuestra vida.
Hoy se celebra el Día Mundial de las Personas con Síndrome de Down, y coincide con el Día Mundial de la Poesía. La literatura poética se empeña en convertirse en prosa realista para defender los derechos de unas personas que nacieron con un cromosoma de más. Algo diminuto, pero que marca toda una vida y que decide la vida que van a vivir estas personas. Unas personas que son humilladas por los mezquinos, discriminadas por los imbéciles, ignoradas por los idiotas y casi siempre descartadas por los egoístas. Ni unos ni otros, probablemente han hecho nunca el esfuerzo de acercarse a una sola persona con down y tratar de conocer, compartir y comprender su mundo, que puede que sea distinto, diferente, peculiar, pero que no es peor que el de los que nos creemos normales, y hacemos de esa normalidad una barrera social o una trinchera bélica para que no la puedan cruzar. Y no sabemos que a ellos no les interesa excesivamente cruzar ningún obstáculo, porque bastante tienen con superar las trabas que se encuentran en su camino.
Ahora es un esfuerzo encomiable el de esas personas que luchan por sus derechos, exigen su igualdad y apuestan por la convivencia. Pero para muchos otros, entre los que me incluyo, esta situación ya la hemos visto, la hemos vivido y la hemos disfrutado. Yo, y muchos de los que lean esta carta, convivimos en un pueblo de Soria, en pleno auge de la oscuridad franquista, con Angelito, un chaval con síndrome down. Y puedo asegurar que desde el primer día entendimos que era uno más y más tarde descubrimos que era mejor que todos los demás. No se nos ocurrió reclamar sus derechos, porque los tenía, no reivindicamos su igualdad, porque la tenía, no pretendimos su compañía, porque él nos la daba a cambio de nada. Pero además de todo esto disfrutamos de un ser maravilloso, nos reímos con su natural sentido del humor, compartimos con él todo lo que teníamos para compartir. Estuvimos a su lado cuando nos necesitaba, lo guiamos por las sombras cuando buscaba la luz, lloramos con él sus penas con el mismo dolor, o más, con el que llorábamos las nuestras. Era nuestro compañero, nuestro amigo, nuestro cómplice, nuestro guardián, nuestra alma gemela. Nunca, nunca, se notó el peso de ese cromosoma, más allá de las exigencias que le impuso la naturaleza. Era un pueblo de esa Castilla profunda, al que no había llegado las envidia, los resentimientos, los desprecios y el odio que ahora es una moneda de cambio en cualquier lugar del planeta. Nosotros convertimos en normal algo que ahora se quiere tratar como extraordinario. Nosotros convertimos a un ser maravilloso en un maravilloso ser que no necesitaba que lo convirtieran en nada. Disfrutamos de una persona excepcional, pero que Angelito lo traducía en una persona normal como otra cualquiera. Yo era para él, “Jano Pona”, Alejandro el de Pamplona. Y me lo podía repetir después de un año entero sin vernos. En su memoria se guardaba uno de sus mayores tesoros, la fidelidad.
Es cierto, hoy es el Día Mundial del Síndrome de Down. Pero unos cuantos privilegiados no lo celebramos una vez al año, durante un tiempo lo celebramos todos los días de los años de nuestra vida.