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BLACOS: La Página Vaciada...

La Página Vaciada

Llevo un tiempo tratando de poner música a las noches en blanco. Y lo hago con el mismo empeño que pongo en poner letra a esta página vacía. Es reconocible y encomiable el cada día mayor apoyo a la lucha para corregir la España Vaciada y volver a llenarla de gente y dotarla de los servicios imprescindibles para conseguir el retorno de los que se fueron o la llegada de los que nunca estuvieron. Me parece perfecto. Pues con ese mismo ímpetu voy a iniciar yo mi campaña de lucha contra la esta página vaciada. Y me da la sensación que el reto es más complicado que el otro. En primer lugar porque aquí nunca hubo muchos escritores ni en la época de máximo apogeo. También es cierto que de los pocos que había se fueron unos cuantos y no han vuelto ni en las vacaciones de verano. Y de los que quedamos nos peleamos con la frustración para seguir estando en un lugar aislado, solitario, lóbrego y algunas veces hostil. Los únicos relámpagos en esas noches en blanco han sido los anónimos, o seudónimos con el objetivo de ser anónimos y no de inventarse un nombre para la posteridad. La verdad es que hay veces que estoy tentado de convertirme en un anónimo. Sus escritos le dan vidilla a este hastío, enseguida centran las tertulias y en poco tiempo se comienzan a cruzar apuestas para adivinar el nombre real que se esconde detrás del ficticio. Y como además los anónimos casi siempre se meten con alguien pues miel sobre hojuelas. Somos un agente a la que nos encanta disfrutar cuando unos se meten con otros. Y ya si le dan caña al que nos cae mal nos instalamos en el delirio. Y si los dos nos caen mal mejor, porque así estamos seguros que los dos pierden, algo que nos llena de gozo. Y es que con los anónimos todo son ventajas. Ni siquiera son pesados o insistentes. Sus escritos son fugaces. Denuncian, insultan, o insultan y denuncian, y cuando te quieres dar cuenta ya lo han borrado todo y te dejan con las ganas. Y además con la sensación de que nunca vas a saber si has ganado o has perdido la apuesta sobre la identidad del anónimo, porque desaparece del mapa sin dejar rastro. Luego hay otros que a mí me gustan mucho. Son los que se defienden conb nombres y apellidos, y llaman cobardes y no sé cuantas cosas más a los anónimos. Y cuatro días después, estoy seguro que se esconden en esa cobardía que reprochan para ser ellos los que ataquen de manera anónima. Esto es genial, aunque puede acabar con el equilibrio mental de cualquiera, de cualquiera que lo tenga claro.
Bueno, pues a pesar de lo dicho, estoy deseando que haya anónimos, porque son los únicos que luchan contra la página vaciada. Son los únicos que a veces provocan el despertar literario de plumas dormidas, consiguen que salgan las espadas a relucir, aunque después alguno se la envaina antes de entrar en combate. Esto da vidilla, y me imagino cientos, qué digo cientos, miles de ojos escrutando la página de Blacos para no perderse el siguiente combate. Siguiendo con deleite los movimientos de esos viejos luchadores que tiene el filo de la espada lleno de caries por la cantidad de combates peleados y perdidos. Esos guerreros de terracota que, en cuanto les mojan un poco el escenario de la lucha, se derriten hasta convertirse en un barro gris y viscoso. De verdad echo de menos a los anónimos, a los que firman con seudónimo, a los apócrifos e incluso a los incunables de nueva ola. En vosotros están depositadas todas mis esperanzas, de vosotros depende nuestro futuro. Sin vosotros ésta será una Página Vaciada.