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Tributo a la memoria. Día Mundial del Alzheimer
Hoy vuelve a ser ese día que muchos tenemos la suerte de recordar. Otros no, cada vez más hay otros que no lo recuerdan. La memoria es el libro de vida de cada uno de nosotros, esas páginas grabadas con el paso del tiempo, en el que se recogen nuestras alegrías, nuestras tristezas, nuestra felicidad, nuestro dolor… Ese libro que nos recuerda cada minuto todos los minutos que hemos vivido. Parece que está grabado a sangre y fuego, tenemos la sensación que está escrito con tinta indeleble, pero no es así. Porque de repente todo se borra de un plumazo, y a los enfermos de alzheimer les borra la vida de un plumazo. La crueldad de esta enfermedad es que te deja sin vida cuando todavía no has terminado de vivirla. Los convierte en personas vacías, los deja al albur de un mundo en que ya no tienen referentes ni lazo alguno que los una a los que les rodean. Es el vacío más absoluto, la nada más vacía con la que no se puede sobrevivir. Lo recordamos año tras año con la desesperación de que todo sigue igual. El alzheimer avanza la mismo ritmo que aumenta la esperanza de vida, pero muy lejos de la lentitud con la que se buscan remedios temporales o curaciones definitivas. Se le llama enfermedad neurodegenerativa, una definición que olvida muchas, o todas, de las calamidades que conlleva y que sufre el paciente; al principio siendo consciente de lo que le espera, y después se oculta detrás de un manto de oscuridad que porovoica una tremenda ansiedad al enfermo y, sobre todo, a los que velan por él.
Hoy es el Día Mundial del Alzheimer, una fecha que no podemos olvidar mientras tengamos memoria.
Hoy vuelve a ser ese día que muchos tenemos la suerte de recordar. Otros no, cada vez más hay otros que no lo recuerdan. La memoria es el libro de vida de cada uno de nosotros, esas páginas grabadas con el paso del tiempo, en el que se recogen nuestras alegrías, nuestras tristezas, nuestra felicidad, nuestro dolor… Ese libro que nos recuerda cada minuto todos los minutos que hemos vivido. Parece que está grabado a sangre y fuego, tenemos la sensación que está escrito con tinta indeleble, pero no es así. Porque de repente todo se borra de un plumazo, y a los enfermos de alzheimer les borra la vida de un plumazo. La crueldad de esta enfermedad es que te deja sin vida cuando todavía no has terminado de vivirla. Los convierte en personas vacías, los deja al albur de un mundo en que ya no tienen referentes ni lazo alguno que los una a los que les rodean. Es el vacío más absoluto, la nada más vacía con la que no se puede sobrevivir. Lo recordamos año tras año con la desesperación de que todo sigue igual. El alzheimer avanza la mismo ritmo que aumenta la esperanza de vida, pero muy lejos de la lentitud con la que se buscan remedios temporales o curaciones definitivas. Se le llama enfermedad neurodegenerativa, una definición que olvida muchas, o todas, de las calamidades que conlleva y que sufre el paciente; al principio siendo consciente de lo que le espera, y después se oculta detrás de un manto de oscuridad que porovoica una tremenda ansiedad al enfermo y, sobre todo, a los que velan por él.
Hoy es el Día Mundial del Alzheimer, una fecha que no podemos olvidar mientras tengamos memoria.