BLACOS: Leandro, un roble centenario...

Leandro, un roble centenario

Como buen roble, maestro de la longevidad y de la dureza, bebió en mil fuentes sembradas en la vida, se alimentó en cien valles de la abundancia, y sobrevivió a la adversidad con la gallardía de un árbol imperecedero.
Siempre atado a sus raíces, no dudó en levantar el vuelo y buscar refugio allí donde podía vencer a la necesidad. Se instaló en Barcelona y superó con nota su papel de peregrino laboral. Siempre huérfano de la patria chica en cuanto pudo se acercó a sus rincones, y siempre acompañado de su fiel Felipa, volvió y se instaló en Soria, donde se respiraba la cercanía de su pueblo anhelado.
En esta segunda vida laboral, la más larga, hubo muchos momentos buenos y otros que envidiaban esa bondad. Los días de sol no siempre eran capaces de huir de las noches oscura, e inclusos la luna llena perdía muchas veces su brillo y luz natural, para rielar por zonas oscuras en las que había que retar a la zozobra del destino.
El siguiente paso, no había otra posibilidad, era volver a los orígenes a ese Blacos que vio nacer a Leandro y a ese pueblo al que llego Felipa solo unos pocos años después. Un pueblo que ofrece la tranquilidad como la mejor bienvenida del anfitrión. Pero la vida siempre está llena de esquinas, y detrás de esas esquinas se pueden encontrar precipicios sin fondo, como la perdida de una hija que los sumió en una tragedia para la que nadie está preparado, y menos unos padres que nunca aspiran a superar la vida de sus hijos. Es un revés integral, de imposible superación y siempre atado a la tragedia de la memoria que jamás olvida estás pérdidas insuperables y dolorosas.
Pero aunque el roble centenario es duro como el perdérnoslo y aunque tenga la corteza llena de grietas y agujeros, se mantiene siempre erguido, siempre altivo, y aspira a ser eterno. Pero la vida no entiende de eternidad, y el otro día le dijo que todo tiene su final. Hasta para Leandro, ese roble centenario que pisaba el umbral de los cien años de vida. Se quedó en la puerta, con la resignación de los humanos, con la resistencia de los robles, con la fuerza labrada a lo largo de un siglo. Siempre estarás en nuestra memoria.