El sombrero. Recuerdos de una emoción
Hay que reconocer que el desconocimiento de una buena noticia dispara todos los resortes cuando te la dicen. Se multiplican todas las sensaciones, sube la adrenalina y vives unos momentos inolvidables, de los que de verdad merecen la pena. Es, al menos lo, que me pasó a mí el jueves de fiestas cuando salí de la peña y me encontré de un arcoíris de sombreros poblando la plaza. No me vi pero creo que estuve varios segundos con la boca abierta y disfrutando de una sorpresa que solo pudimos saborear los que no sabíamos nada del homenaje del resto de las peñas, de ese simbolismo que me provoca tantas sensaciones en torno a algo tan simple como un sombrero. Mis lágrimas de emoción fueron sólo un mar interior, pero sus olas me mecieron durante un largo rato. Era la ventaja de la ignorancia, que potencia los valores de algo tan mágico como el reconocimiento. Lo disfruté desde ese desconocimiento, aunque quizás fue ese mismo desconocimiento generalizado el que probablemente no nos permitió reaccionar con un agradecimiento más explícito, expresar de una forma más elocuente el honor que nos estaban tributando. Fue especial, pero fue sobre todo inolvidable. Por si había alguna duda lo vuelvo a decir una vez más. Este gesto lo llevaremos siempre en el corazón.
Hay que reconocer que el desconocimiento de una buena noticia dispara todos los resortes cuando te la dicen. Se multiplican todas las sensaciones, sube la adrenalina y vives unos momentos inolvidables, de los que de verdad merecen la pena. Es, al menos lo, que me pasó a mí el jueves de fiestas cuando salí de la peña y me encontré de un arcoíris de sombreros poblando la plaza. No me vi pero creo que estuve varios segundos con la boca abierta y disfrutando de una sorpresa que solo pudimos saborear los que no sabíamos nada del homenaje del resto de las peñas, de ese simbolismo que me provoca tantas sensaciones en torno a algo tan simple como un sombrero. Mis lágrimas de emoción fueron sólo un mar interior, pero sus olas me mecieron durante un largo rato. Era la ventaja de la ignorancia, que potencia los valores de algo tan mágico como el reconocimiento. Lo disfruté desde ese desconocimiento, aunque quizás fue ese mismo desconocimiento generalizado el que probablemente no nos permitió reaccionar con un agradecimiento más explícito, expresar de una forma más elocuente el honor que nos estaban tributando. Fue especial, pero fue sobre todo inolvidable. Por si había alguna duda lo vuelvo a decir una vez más. Este gesto lo llevaremos siempre en el corazón.