Ya se va acercando
Semana Santa y me está entrando una pena tremenda porque este año no podré visitarte. No tendré oportunidad de adorarte los días grandes de Jueves
Santo, Viernes Santo, Sábado Santo ni el Domingo de Resurrección, ni compartir con los pocos habitantes de
La Quiñonería, ese espacio tranquilo y frío de tu
casa, abandonada a los aires fríos del cierzo soriano.
De todas maneras Señor, espero tu bendición, que no tiene límites ni el espacio ni en el tiempo.