La señorita Benita, que ronda ya el siglo y que ultimamente estaba malita, siempre que la veía en Semana Santa me decía que su padre podaba la parra que tienen en la entrada de su casa, el Viernes Santo. Siguiendo sus consejos, hace ya algunos años que yo también la podo en esa fecha señalada; aunque he de decir que el presente año, cada mañana amanecía con sus lágrimas heladas. Si; cierto las parras lloran y lo hacen abundantemente para cicatrizar las heridas del sarmiento que se ha cortado.
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