A las liebres, en aquellos tiempos, no les daban mi un momento de respiro, siguiéndolas como podencos por el rastro que dejaban al desplazarse buscando alimento por el terreno nevado, acabando las pobres al final, en la cazuela.
En los montes, también por los rastros se buscaban los cados de los conejos y cavando, cavando se llegaba al final de la madriguera en donde caían presos todos aquellos gazapos que se habían refugiado en su interior.
Las ranas hacia tiempo que no croaban y menos ahora ... (ver texto completo)
En los montes, también por los rastros se buscaban los cados de los conejos y cavando, cavando se llegaba al final de la madriguera en donde caían presos todos aquellos gazapos que se habían refugiado en su interior.
Las ranas hacia tiempo que no croaban y menos ahora ... (ver texto completo)
(Haciendo un pequeño paréntesis en el tiempo), allá a los cuarenta y cinco años de edad, de buenas a primeras me vi apeado de un remonte allá en lo alto de una montaña, con unas extrañas tablas que forman parte de mis pies y arréglatelas como puedas para bajar... Así empezó mi odisea de esquiar. Sin profesor y sin ayudante. Yo solo ante el peligro. Y como me gustó la experiencia pues volví y volví año tras años hasta el día 6 de marzo de 2010 en que se me acabó la cuerda.
Un abrazo.
Un abrazo.