De mi niñez en Deza tengo muchos recuerdos. Como todo el mundo: unos buenos y otros no tan buenos. Sin embargo, según mi opinión, la niñez en los pueblos es mucho más dinámica y divertida que en las ciudades. Una de las diferencias que encuentro, a pesar de que comprendo que ahora la formación es mucho más ¿eficiente?, es que los niños de hoy pasan mucho tiempo solos, bien estudiando o jugando con las modernas maquinitas. No digo que yo esté en contra de las nuevas tecnologías, aunque los niños manejen
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Te prodigas poco, pefeval, pero cuando apareces por aquí lo haces con calidad, como este último comentario. Sé que mis palabras pueden producir, si no malestar, sí cierta incomodidad porque, yo el primero, no gusta que hablen de uno, aunque sea bien. El no conocernos me da libertad para opinar -bien- de tus intervenciones.
Cuando hablamos de los niños de antes y de los de ahora cualquier observador despistado puede pensar que ya están aquí los cuatro carrozas contando batallitas. Y no es eso. Contestando a tu pregunta, no es que hayamos cambiado, sino que, aunque el tópico las llame odiosas, sí podemos establecer comparaciones. Cierto, como apuntas, que los chavales de ahora se desenvuelven bien con las tecnologías nuevas, como también es cierto que han perdido esa niñez dinámica y divertida que apuntas. Quien suscribe se crió en una ciudad-pueblo o un pueblo-ciudad como era la Soria de mi infancia. Y no lo digo en términos peyorativos, sino todo lo contrario. La calle era nuestra, y los árboles a los que subíamos, y las tapias de las huertas a las que saltábamos en busca de manzanas que no eran comparables a las de nuestra casa, pero la aventura de lo prohibido era mucha aventura para evitarlo, y cuando no invéntabamos una cosa, salíamos con otra; con un palo creábamos una espada y con una varilla de madera o de paraguas una flecha a la que complementábamos con un arco hecho con una madera flexible y un hilo bramante; y con cualquier cosa hacíamos un instrumento -hoy se hablaría de reciclaje-; en fin podría llenar páginas, pero, por no cansar a los foresros, simplificaría en que en lo que respecta a habilidades y relaciones sociales tuvimos la suerte de aquella infancia. Hoy, los niños de ahora, no tienen calle y, salvo lo que pueda ofrecerles el colegio, cuando se lo ofrece, su vida es más parecida a la de cualquier autista. Podríamos hablar largo y tendido de esto. Ah, y no se trata de culpabilizar a los niños, víctimas, al fin y al cabo, de esta sociedad en que les toca vivir. Escribo según van aflorando las ideas, por lo que podría matizar y analizar más. Pero el fondo es el mismo.
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