En poco tiempo, en todos los pueblos y también en Deza, se fueron arrinconando los trillos de pedernal y la mayoria feneció al raso a merced de las lluvias, del viento, de las escarchas, de los hielos...En una palabra: de las inclemencias. Otros se guardaron en la casilla o pajar de la era; pero al final, los han pillado debajo los techos que les cayeron encima o fueron pasto de rapiña, muchas veces de personas interesadas que los buscaban y se los llevaban sin ninguna oposición de los lugareños. ... (ver texto completo)