Me acuerdo cuando ibamos a la novena mi tía y yo con ella, y al finalizar subiamos por unas
escaleras de madera para besarlo, al principio me impresionaba el tan grande, y yo tan pequeño, pero cuando llegaba frente a él no se que pasaba, que el miedo desaparecía, sería su mirada dulce y su paz la que obraba el portento de sentirse uno a gusto frente a frente, con el mas grande, el mejor, el mas guapo y el mas dezano de todos. ¡Viva el Santisimo
Cristo del Consuelo!