A mi nieta le regalaron dos pollitos y a los dos días ya no los podía tener en
casa por el olor que despiden sus defecaciones. Y los tuvo que criar el abuelo sin saber que destino les daría cuando fuesen grandes, tal como los vemos en la presente
fotografía. Una vecina nos resolvió el problema pues se los quedó ella, veterana ya el el asunto de cuidar pollos y gallinas, toda su vida. Saludos