Ésta era de
trillar perteneció en sus tiempos al tio Celedonio "el Perdido". Había una pequeña casilla excavada en la arcilla debajo de la
roca y en
invierno, por un pequeño arroyo, salía al exterior el
agua que manaba, dentro. El botijo, en
verano, se mantenía fresco como una rosa puesto que allí nunca pegaba el sol. Después fue del tio Ezequiel "el Picarín" al cual se la vendió un dezano residente en
Madrid que se llamaba Feliciano, hijo de Celedonio. El último dueño fue mi padre. Ahora puede ser de cualquiera pues
las eras ya no sirven para nada y menos ésta con semejantes
almendras garrapiñadas. Ni las de Alcalá... Un abrazo